Tycho BraheLa muerte de Tycho Brahe

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El 13 de octubre de 1601, Tycho Brahe estaba invitado a cenar a la mesa del barón Rosenberg, en Praga. Entre los invitados había un canciller imperial, de modo que se encontraría en ilustre compañía. Pero, puesto que Tycho Brahe tenía la costumbre de codearse con la realeza y estaba habituado a beber copiosamente, resulta difícil comprender por qué fue incapaz de salirse de la desagradable situación en que él mismo se metió. Kepler registró meticulosamente lo ocurrido en el Diario de observaciones, especie de cuaderno de bitácora donde se anotaban todos los acontecimientos importantes de la casa de los Brahe:

El 13 de octubre, Tycho Brahe, en compañía del maestro Minkowitz, acudió a cenar en casa del ilustre Rosenberg, y retuvo sus aguas más allá de lo que exige la cortesía. Al beber más, sintió que la tensión de su vejiga se incrementaba, pero puso la educación por delante de su salud. Cuando regresó a casa, apenas fue capaz de orinar.

Al principio de su enfermedad, la Luna se hallaba en oposición con Saturno... (sigue el horóscopo del día).

Tras cinco noches sin dormir, continuaba sin soltar su agua sin experimentar grandes dolores, e incluso así la evacuación era difícil. El insomnio prosiguió, con fiebre interna que desembocó gradualmente en delirio; y la comida que comía, y que no podía retener, exacerbaba el mal. El 24 de octubre cesó su delirio durante varias horas; la naturaleza venció y expiró pacíficamente entre los consuelos, plegarias y lágrimas de sus allegados.

De este modo, a partir de esta fecha, quedó interrumpida la serie de observaciones celestes, y sus propias observaciones de treinta y ocho años llegaron a su fin.

En esta última noche, en su apacible delirio, repitió una y otra vez estas palabras, como alguien que está componiendo un poema:

Que no parezca que he vivido en vano.

Deseaba, sin duda, que se añadieran estas palabras a la primera página de sus obras, con lo cual las dedicaba a la memoria y uso de la posteridad.

Durante sus últimos días, cada vez que el dolor remitía, el gran danés se negaba a seguir una dieta y mandaba cocinar y comía vorazmente todos los platos que pasaban por su imaginación. Cuando el delirio lo postraba de nuevo, continuaba repitiendo levemente que esperaba que su vida no hubiese sido en vano (ne frusta vixisse videar). El significado de esas palabras resulta claro gracias a su última voluntad dirigida a Kepler. Era la misma voluntad que le había expresado en la primera carta que le escribió: que debía erigir el nuevo Universo, no sobre el sistema copernicano, sino a partir del de Tycho Brahe. Pero sabía, sin duda, como lo demuestran sus quejas durante el delirio, que Kepler había hecho precisamente todo lo contrario y que utilizaba a su manera el legado de Tycho Brahe.

Enterraron con gran pompa a Tycho Brahe en Praga: su ataúd, llevado por doce caballeros imperiales, iba precedido por su escudo de armas, sus espuelas de oro y su caballo favorito.

Dos días después, el 6 de noviembre de 1601, Barwitz, consejero particular del emperador, llamó a Kepler para nombrarle sucesor de Tycho Brahe en el puesto de matemático imperial.

(De: Koestler, Arthur. Los sonámbulos. El origen y desarrollo de la cosmología. Vol. II. Barcelona: Salvat, 1986).