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Ildefonso FalconesIldefonso Falcones, novelista

Ildefonso Falcones es un novelista barcelonés, abogado de profesión, que en el año 2006 tuvo su primer y sonado éxito al venderse de manera millonaria su ópera prima,La catedral del mar, incursión histórica en la época de la construcción de las catedrales. Se le comparó con Ken Follet, pero en mi modesto parecer el rigor histórico de Falcones, época, costumbres, es perfecto mientras que en Follet resulta bastante hollywoodense.

Ahora, después de tres años, Falcones repite y lo hace hablándonos de la expulsión de los moriscos en la España de los reyes católicos, a través de las páginas de La mano de Fátima, obra muy documentada y que parece va a tener el mismo éxito que su antecesora.

El caso Falcones es de por sí anecdótico: autor desconocido que pasados los cuarenta escribe una primera novela, la cual, de buenas a primeras, se convierte en best-seller en este país en donde sólo se leen los superventas extranjeros. Por tal motivo Falcones despertó mucha admiración pero también muchas envidias, se llegó incluso a rumorear que no había escrito él La catedral del mar. Afortunadamente los rumores no pasaron de ser críticas envidiosas ya que la novela se ha traducido a 37 idiomas y desde su publicación recibe el favor del público, que, a fin de cuentas, es lo que importa porque los éxitos literarios los hacen los lectores.

Ahora, todas las rosas tienen espinas y éstas consisten muchas veces en los imperativos editoriales. Falcones ha tenido que escribir nuevamente una novela histórica, no es que ponga en duda que el tema le guste, pero quizá hubiera preferido desarrollar cualquier otro tipo de argumento, no obstante el dilema ya viene de antiguo y en buena medida la culpa la tienen los lectores; un éxito fulminante sobre un tema determinado condiciona sobre todo si uno se estrena con él, eso obliga a verse encasillado y ya nadie, nunca, te permitirá apartarte de un estilo que te catapultó al éxito, y ello, si es bueno por un lado, es negativo por otro.

Ejemplos los tenemos: John Grisham se apartó de su exitoso estilo escribiendo La granja y el resultado no fue muy halagüeño si lo traducimos en ventas, por su parte J. K. Rowling vive del recuerdo de Harry Potter anunciando novelas policíacas, pero nada se concreta todavía, y, yéndonos al pasado, la misma Agatha Christie llegó a escribir otro tipo de literatura, intimista, aunque bajo el seudónimo de Mary Wesmacott, autora no muy popular que digamos.

Eso de que el cliente siempre tiene la razón, o el que paga manda, es un arma de doble filo; sin ir demasiado lejos tenemos el caso de Stephenie Meyer con su saga vampírica que ha repuesto de moda un género clásico pero enfocado desde otra perspectiva: el vampiro romántico y enamorado. Refiriéndonos a este asunto en concreto, me han contado que cierto escritor fue hace poco a un instituto para hablar de literatura y se encontró con que los estudiantes le mencionaban los libros de Stephenie Meyer declarándose fans incondicionales y lamentando que “todas” las novelas no fuesen iguales, lo que llevó a que el novelista se replantease filosóficamente, su carrera literaria.

(Y hablando de Meyer, ¿sabían ustedes que su última novela The Host ha sido un fracaso en ventas por apartarse del camino anterior?; sus incondicionales se han sentido traicionados.)

Si un libro tiene éxito, el lector lo hace suyo hasta el punto de que ya no pertenece a su creador; el lector opina y exige y las editoriales no esperan más para ordenar y reclamar y el escritor tiene que obedecer le guste o no.

Lo peor que le puede suceder a un novelista es que lo encasillen, y así una primera novela que arrase desde el principio, condiciona de forma grave. Personalmente detesto los encasillamientos, pero como tengo la suerte de contar con una hermana editora, puedo permitirme la libertad de ir publicando sin coacciones. De hecho los primeros, a los que seguirán muchos más, son completamente distintos los unos de los otros en cuanto a temática se refiere: un manual, una novela, un libro de autoayuda, uno de relatos y un cuento infantil. Comprendo que se podrá argumentar que no he encontrado mi camino y estoy haciendo pruebas, pero no es así. Escribo lo que me gusta, libremente, y de esta manera he podido hacer relatos, novelas de humor, psicológicas, cuentos de hadas, ciencia-ficción, de aventuras, históricas, y hasta policíacas a mi manera... al usar los recursos del género: misterio, suspense y búsqueda para desarrollar argumentos en las que no se investiga un asesinato, así nació La viajera, y más recientemente, una basada en un caso auténtico que sufrió en su credibilidad y prestigio, Arthur Conan Doyle, y que yo he convertido en una obra fantástica por lo de improbable que tiene al mezclar realidad y ficción sin faltar a la verdad por muy relativa que parezca.