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Novelas que se convirtieron en películas

Un título bien claro, ¿no les parece?

Como espectadores hemos visto muchas veces películas inspiradas en novelas y en ocasiones incluso hemos leído novelas que primero fueron películas, 2001 Odisea espacial es una de ellas y otra Instinto básico, pero, y no me refiero ni a una ni a otra, ¿han sido afortunadas todas esas traslaciones?, no en muchísimos casos, desde luego. Es más, han resultado pobres llegando a deslucir los originales, porque lo peor de estas adaptaciones es que casi nunca son fieles a la novela en la que presuntamente se basaron. Los guionistas aseguran que ellos son siempre unos mandados y tienen razón porque en este negocio el que dice siempre la última palabra es el director cuando no los productores.

Alfred Hitchcock, por ejemplo, tendía a manipular muchos argumentos, si éstos provenían de una novela, hasta hacerlos irreconocibles, y cuando no podía, porque no se lo permitían, entonces se desinteresaba de ellos hasta el punto de que dejaba la película en manos de sus ayudantes, desentendiéndose totalmente de ella, según cuenta Donald Spoto en la biografía del director. En su libro relata la anécdota de que, habiéndole dicho el productor David O. Selznick a Hitchcock que dirigiera Rebeca, basada en la conocida novela de Daphne du Maurier, Alfred decidió empezar el filme con una escena de violentas náuseas en la cubierta de un barco, escena que no existe en la novela. En este caso el productor se impuso y le dijo que ni hablar, ya que el encanto de la novela estriba en su inolvidable comienzo, y al director le sentó tan mal que prácticamente esa película es más bien obra del productor, cuya influencia se nota si conocemos el secreto, cualidad que se le atribuyó a Hitchcock en mi opinión inmerecidamente.

Una de las pocas novelas llevadas a la pantalla respetando bastante el original es Lo que el viento se llevó, película con muchos directores pero obra también de Selznick, que supo imponer continuidad en lo que en otras manos hubiera sido una incoherencia total. Que David O. Selznick era un hombre detallista al máximo, lo tenemos en esta otra anécdota: se cuenta que en el rodaje de la famosa película de la Guerra de Secesión norteamericana, exigió que todos los figurantes llevasen ropas de calidad (hasta la interior) en sus escenas más lujosas, y al comentársele que nadie se iba a fijar en los extras precisamente, respondió que aunque salieran en pantalla minutos o segundos, su papel estaba en representar el momento de una época y así debían sentirse, pues eso era lo que importaba.

Una cosa que nunca he comprendido es por qué se alteran tanto los argumentos cinematográficos aludiendo exigencias incomprensibles. En Soldados de Salamina, producción española, el protagonista, que en la novela es un hombre, en el filme acaba convertido en mujer sin pasar por el quirófano. Por supuesto que no tengo nada en contra de Ariadna Gil, que es una excelente actriz, pero el personaje principal es un varón y no una mujer, y el cambio se debió a que Ariadna era entonces la pareja del director.

Otra película española basada en el Capitán Alatriste de Pérez-Reverte no hace sino abundar en lo mismo, magníficos la ambientación y el vestuario, muy correcta la interpretación, pero el guión, para quien no haya leído la novela, puede resultar confuso cuando no intermitente.

Otro ejemplo, uno más, la ya mítica Cumbres borrascosas con Laurence Olivier, Merle Oberon y David Niven. La novela fue recortadísima, se borra de un plumazo su segunda parte y se convierte a Olivier en un increíble gitano, y con todo, es la mejor de las versiones que se han hecho después, ya que hay una verdaderamente ridícula (y no menciono al director por respeto al resto de su obra) en la cual la sobreactuación y los gritos desaforados dan vergüenza ajena.

Una hermosa novela llevada al cine hace algunos años, La joven de la perla, adolece de un guión que no le hace justicia, ya que si se ha leído la novela con anterioridad te das cuenta enseguida de que el original ha sido mutilado de mala manera. Sus únicos aciertos son la fotografía y la interpretación, pero el final no queda explicado en detrimento de una novela perfecta.

En cuanto a El planeta de los simios, es una excelente película, en la versión de Charlton Heston, pero tampoco es fiel a la novela, y la segunda y más reciente secuela sobre el mismo tema, se pierde en efectismos.

Por lo que hace a la saga Millennium del malogrado Stieg Larsson, he leído que en las dos primeras películas que sobre ella se hicieron, a punto de estrenarse la tercera, se han saltado muchos pasajes e incluso han suprimido personajes importantes, aguando también el mensaje reivindicativo del autor, otro motivo más de indignación para su compañera Eva Gabrielsson.

Carlos Ruiz Zafón, autor de La sombra del viento, nuestro gran best-seller patrio, se ha negado siempre a que fuera llevado al cine y en ello tiene que ver el hecho de que es guionista de cine, ¡ojalá no cambie de opinión!

Soy consciente de que trasladar al cine una novela comporta un guión, y en los guiones es forzoso extractar ya que el lenguaje cinematográfico es muy diferente del literario, pero una cosa es extractar con inteligencia y otra por completo distinta mutilar un argumento.

En El cartero siempre llama dos veces, Cora, la protagonista de la novela, es morena hasta el punto de parecer mexicana, y en la primera película nos aparece una Lana Turner rubia platino, en la segunda made in Hollywood, sigue siendo rubia, Jessica Lange.

Otro ejemplo de novelas “asesinadas” en la pantalla, lo tenemos en las de García Márquez, cuyos guiones nunca han estado a la altura de su obra.

Y en otro orden de cosas, recordemos al pobre Scott Fitzgerald metido a la fuerza a guionista, y que fracasó en el empeño ya que él escribía novelas y no supo nunca avenirse a las exigencias de los estudios, lo que le llevó a la desesperación y a la muerte literaria.

De lo que sí he podido darme cuenta es que a veces, de una mala novela, o de una novela que no aporta nada nuevo, surge una buena película. A los hechos me remito.Amor sin barreras, sospechosamente parecida a Romeo y Julieta, dio pie a West Side Story, uno de los musicales más perfectos que se hayan filmado jamás.

Resumiendo, salvo en honrosas excepciones, las novelas adaptadas al cine pecan de omisiones muy sensibles que el público o suele pasar por alto o desestima olímpicamente, ejemplo flagrante y repetitivo, sin esperanza de redención, ese Hércules Poirot cinematográfico o televisivo, que se esfuerzan en presentarnos corpulento y más bien grueso, cuando el detective belga creado por Agatha Christie era bajito y delgado, con una cabeza calva que recordaba un “huevo pelado”.