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Ilustración: Corbis¿Novela rosa?

No es que sea ahora amante del género ni como escritora ni como lectora, aunque respete a quienes disfruten de él lo mismo que en mi adolescencia hice yo; encuentro que las historias de amor nunca acaban bien, a lo sumo, y eso en otras épocas, el amor se podía transformar en amistad o en aburrida y pacífica convivencia, y muchas veces me he dicho que de no haberse suicidado Romeo y Julieta en un romántico impulso juvenil, su maravilloso idilio hubiera concluido ahogado por la monotonía conyugal.

Pero quiero hablar sobre la novela rosa, la moderna y también la antigua; entre los años 20 y 30 del siglo pasado hubo una eclosión de este género con nombres tan destacados como Elinor Glynn o Berta Ruck, y con títulos en su momento muy famosos como El rosario, el nombre de cuya autora lamentablemente he olvidado por completo e incluso tengo dudas sobre si el título que menciono es el verdadero, lo que sí recuerdo con exactitud es el argumento, mujer que pasó de la juventud y que se acerca a un irremediable celibato debido a que es gorda y fea, se enamora de un joven ciego... y éste de ella. Al final le operan y la ve por primera vez pero ella finge ser otra (normal en este tipo de novelas) y tras unos cuantos capítulos dedicados a las almas ingenuas, el amor triunfa y se casan siendo muy felices.

Esta era una novela rosa de la época, auténtico best-seller hoy completamente olvidado; luego, mucho después, vino Cecil Roberts con sus exquisitas novelas de amor, de lores y ladies, en las que todo era blanco a más no poder y satisfacía mucho a las lectoras que soñaban con ser esas cenicientas, las cuales invariablemente encontraban a su príncipe azul para vivir el resto de sus vidas en una nube irreal de dicha inacabable.

Huelga decir que en esas novelas el sexo brillaba por su ausencia, por eso eran de color de rosa, verdaderas novelas románticas que más parecían cuentos de hadas para adultos.

Yo tengo el privilegio de haber leído algunas de esas obras en la bien nutrida biblioteca de mi tío Miguel, y por ello puedo comparar entre la novela rosa de ayer y la de hoy, que, por cierto, no sé por qué la llaman rosa, ya que de ese inocente color apto para la canastilla de los recién nacidos, no tiene absolutamente nada.

(Comentario entre paréntesis merece la ingente obra de Corín Tellado cuyas novelas rosa encerraban una carga erótica considerable pero muy bien camuflada para que la censura no lo advirtiese.)

El contraste salta a la vista, en el primer caso los argumentos suelen ser ingeniosos con equívocos divertidos (estilo de las comedias de Shakespeare), o tontos, que al final se resuelven de la mejor manera posible y a gusto del consumidor, en el segundo caso, sin faltar el equívoco, chico encuentra chica, pierde chica y vuelve a recobrarla ya que esa premisa no varía nunca, se intercalan ahora unas escenas subidas de tono hasta convertir la “novela romántica” en una obra pornográfica sin el beneficio del casi. Y no es que me escandalice, sólo hago constar un hecho que salta a la vista en cuanto lees sus reseñas, o los comentarios que de esas novelas se hacen en los foros a ellas dedicados. Siempre hay una altiva huérfana, o viuda o divorciada, el estado va con la época, que se enamora de un apuesto individuo quien a su vez la amará apasionadamente, pero alguna oscura circunstancia la mayoría de las veces idiota, hará que surja una barrera entre ambos que los distancie, incluso puede que se casen pero ello no hará sino abrir más el abismo. Si hay boda, la noche de bodas culminará con una violación explicada con todo lujo de detalles, y si no hay boda tanto da, los encuentros sexuales serán frecuentes y bastante prehistóricos en su desarrollo. Se supone entonces que ella le odie a él y viceversa, pero no, sorprendentemente se aman fuera de toda lógica aunque ella rechace y él avasalle. Finalmente, después de llenar muchas páginas, ambos recobran la cordura y la novela concluye a satisfacción de las lectoras.

No existe otra fórmula si se quiere triunfar en el mundo de la nueva novela rosa, una fórmula repetida hasta la saciedad y que al parecer no cansa a nadie ni a autores ni a público, lo único que lamento es que tenga que utilizarse el sexo para llenar vacíos de imaginación, pero si la demanda así lo solicita se la complace largamente y todos contentos.

Y en estos días, además hay una nueva variante: la novela rosa con vampiro incluido, en la que a todo lo dicho se une el mordisco en el cuello y que la sangre fluya generosa sugiriendo un nuevo modelo de sensualidad que quizá a la larga influya de manera peligrosa en las relaciones sexuales de la juventud.