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Silver Kane, vuelve el autor leyenda

Francisco González Ledesma

Para muchos que aún lo desconozcan, Silver Kane no es un novelista angloparlante sino todo lo contrario, Silver Kane no nació en el salvaje oeste ni jamás se ha llamado así. Nació en Barcelona, y su verdadero nombre es Francisco González Ledesma, autor en su lejana juventud de innumerables novelitas baratas, que entonces se llamaban “de duro” y que hacían las delicias de un numerosísimo público en cuyas páginas encontraba la evasión a sus preocupaciones.

Pasó el tiempo, mucho, mucho tiempo, y finalmente Silver Kane se alejó en dirección a la línea del horizonte y nunca más se supo... por suerte para González Ledesma que empezó a brillar con nombre propio descubriéndonos a todos lo excelente escritor que era.

Su biografía, como la de muchos novelistas de la posguerra española, es en sí misma otra novela, en la cual el protagonista, o sea él, pasa por muchos avatares reales en bastantes ocasiones angustiosos; a los veintiún años obtuvo con su obra Sombras viejas el Premio Internacional de Novela José Janés, en cuyo jurado se encontraba ni más ni menos que Somerset Maugham, como uno de sus miembros más distinguidos, quien no escatimó elogios a la hora de dar su visto bueno al novel concursante. El comienzo no podía ser más afortunado, mas inesperadamente la novela de aquel joven tan justamente galardonado, fue “castigada” por el régimen franquista y la retiraron de la circulación, es decir, ni siquiera se publicó. Esto, ser reconocido como un buen escritor en su primera obra y quitarte el caramelo de los labios tan bruscamente, debió ser para González Ledesma algo verdaderamente terrible que sólo puede comprender en toda su magnitud otro novelista; ser bueno, con la posibilidad de tener un brillante futuro literario y de súbito verse arrojado del Paraíso a la Tierra, siendo además silenciado e ignorado, debe ser espantoso. Hay que tener mucha fuerza de voluntad para continuar adelante y no dedicarse a otra cosa, porque González Ledesma siguió escribiendo. Lo contrataron en Editorial Bruguera como guionista de cómics y posteriormente de novelitas de duro: así nació Silver Kane pero el joven González Ledesma había sido gravemente dañado en sus esperanzas, y esto marca y mucho, tanto que aún hoy, ya anciano, en su rostro se aprecia una huella de amargura y tristeza que ni siquiera el éxito tardíamente llegado, ha conseguido borrar.

Yo he leído novelitas de duro como todo el mundo y todavía conservo algunas almacenadas en un armario de pared destinado a otros menesteres, que nunca fueron utilizados porque en mi casa la prioridad siempre la han tenido los libros. En este armario se refugian cuentos infantiles manoseados con devoción y en más de un caso con las tapas sueltas o sin ellas, viejas novelas de autores juveniles como Richmal Crompton, James Oliver Curwood, Rider Haggard, E. Rice Burroughs, L. May Alcott y muchos más, pero como yo nunca he sido clasista jamás he tenido el reparo de mezclar a los consagrados con los que no lo fueron en su momento, ya que leer para mí era, y es, lo único que importa. Así pues leí novelitas de duro y debo reconocer que me gustaron, estoy hablando precisamente de las del oeste, las de detectives y las de ciencia-ficción, las rosa, algunas, se las escamoteaba a mi madre sin que ella se apercibiera porque mis padres opinaban que no resultaba lectura apropiada para una adolescente por aquello de que te llenaban la cabeza de ensueños románticos muy poco acordes con la realidad, desde luego eran otros tiempos.

Entre tantas leí a Silver Kane, ¿cómo no iba a hacerlo?, y tengo que declarar que todos esos autores que empleaban el seudónimo siempre, y de los cuales pocos han sobrevivido al anonimato, no escribían nada mal; sus obras tenían suspense y enganchaban. Eso sí, eran novelas de pequeño formato, de unas 150 páginas el volumen, y ahora que las he vuelto a releer esta Semana Santa, más bien parecen un primer borrador, todo esquematizado y comprimido tal como les pedían en las editoriales, pocas descripciones, mucha acción y bastante diálogo, no podía ser de otra forma porque escribir ocho novelas al mes representaba un esfuerzo agotador, sobre todo para la inventiva de argumentos y debo reconocer que era un verdadero trabajo de titanes, no tenido en cuenta ni debidamente apreciado en todo su mérito, frustración y agonía de tantos buenos autores obligados a sacrificar su talento para poder mal vivir y pagar sus cuentas.

“La dama y el recuerdo”, de Francisco González LedesmaGonzález Ledesma pudo escapar de semejante esclavitud; otros no tuvieron tal suerte, y hoy, como el que se divierte gastando una broma, presenta en las librerías esa novela del oeste, escrita ahora con tranquilidad y dando de sí todo su buen hacer literario, en la que llama Silver Kane al protagonista; la novela se titula La dama y el recuerdo y, para mí, es como un ajuste de cuentas con su pasado, un renacer de vetos e imposiciones en demostración clara de un talento que pudo vencer la mordaza de la censura y la injusticia que conlleva, aunque mucho más tarde de lo esperado.

González Ledesma nació en 1927 y en 1980 empezó a triunfar con su verdadero nombre gracias a otro de sus personajes, el comisario Méndez, protagonista de una serie policíaca que le valió el Premio Planeta con su Crónica sentimental en rojo; luego ha seguido escribiendo mucho y bueno, ha contado su vida en un libro y ha visto publicada, con todos los honores, en merecido desagravio, su primera novela premiada que la intransigencia condenó a la invisibilidad. Actualmente González Ledesma es un autor reconocido, admirado y muy querido, y todo un ejemplo para cuantos escribimos, lo que viene a recordar una vez más que la perseverancia es la mejor fórmula si se quiere triunfar en literatura y que la edad no es impedimento, ni excusa, para lograrlo.