Hans Christian Andersen

Una historia increíble

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Si no me hubiera sucedido a mí, sería bastante difícil aceptarlo ya que son dos casualidades seguidas con un espacio de años entre ellas, y las dos casualidades lo son porque vienen a entroncar con un cuento, el primero que al parecer escribió Andersen, y que ahora se ha descubierto ya que permanecía inédito.

El cuento de Andersen se titula La vela de sebo y relata la historia de una vela, su nacimiento mientras crepita en una olla el sebo que le dará cuerpo. Mención a sus progenitores, una ovejita blanca la madre y su padre el crisol que moldeará dando forma a la vela, materia y fuego ardiente.

La vela, inocente, cayó en manos del mundo y fue manchada por él. Ennegrecida, desorientada, se relacionó con malas amistades. Inesperadamente, la llama de un mechero, que le devolvió la dignidad al hacerla brillar de nuevo deshaciendo las manchas que la ensuciaban, la devolvió a su estado natural reviviéndola para lo que había nacido, dar luz y ser feliz cumpliendo su destino.

A finales de los años 60 yo escribí un cuento titulado La doncella de cristal, en el que se narra un argumento muy parecido. La doncella de cristal era hija de la arena del desierto y del fuego, también marchó por el mundo inocentemente y el mundo le hizo daño.

Con la entrada del nuevo siglo XXI, escribí otro cuento, La vieja marmita de barro, que nos habla de las vicisitudes de una vieja marmita ennegrecida por el carbón, desportillada, y que es arrojada a la calle por inútil, pero he aquí que pasa el profesor de una escuela de arte y cuando todos la veían fea e inservible, él la ve con ojos de artista, y como a la vela de sebo el mechero, le devuelve su dignidad perdida convirtiéndola en modelo, y la vieja marmita, igual que la vela, es de nuevo feliz al ver reconocida su utilidad.

Las similitudes de mis dos cuentos con el de Andersen, son evidentes, y para mí es una suerte que fuese el primero que escribió y haya permanecido inédito a lo largo de todos estos años.

Ahora, lo que sí es cierto, es que cuando los escribía pensaba que estaban dentro del más puro estilo de Hans Christian Andersen.

Por suerte, nadie podrá acusarme de plagio ya que ambos cuentos míos tienen su debido copyright.