12 años de Letralia • Literatura y bits desde la Tierra de Letras
Varios autores
Un Eldorado virtual

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Ilustración: Jon Lezinsky

En un prestigioso periódico de mi país, leí no hace muchas semanas un artículo que trataba precisamente de la ganga que representa el hecho de que en la actualidad podamos disponer de un medio tan eficiente y difusor como es Internet y, por ende, el mundo digital.

No cabe la menor duda acerca de cómo hubieran acogido el invento nuestros bisabuelos, de ser escritores, y aun más lejos los suyos y así indefinidamente; la facilidad que otorga Internet es algo similar a una varita mágica de cuento de hadas: escribes y todo el planeta puede leer, si quiere, lo que tú opinas, fabulas o criticas sobre lo que sea. Los poemas vuelan en alas de la electricidad y las novelas, relatos, ensayos, cualquier cosa, surca el éter invisible, que nunca estuvo el ser humano más y mejor, o peor, comunicado, incluso las imágenes campan por sus respetos como otras tantas apariciones milagrosas. Bien, no estamos solos ni nadie es una isla, pero...

Según el periódico aludido, todo esto, centrado en la literatura, representaba un gran avance, el gran paso de la humanidad, pero... ¿Lo es realmente?... ¿Es un avance o es un engañabobos?

En el año 1996 comencé a iniciarme en los secretos del ordenador, computadora, y me pareció que entraba en el paraíso, o algo semejante y no era una ingenuidad por mi parte ya que todas las revistas especializadas, en aquellos tiempos proliferaban como las setas, decían, entre otras lindezas, que las perspectivas que nos abría Internet eran comparables a la conquista del Oeste por los pioneros, sólo bastaba con tener buenos reflejos y aprovechar las oportunidades que se nos ofrecían al alcance de la mano. Aquello era Jauja.

Al socaire de tal reclamo florecieron cientos de miles de empresas grandes y pequeñas, se gastaron fortunas en despachos, en personal y en material informático, se realizaron suntuosas presentaciones, más físicas que virtuales en muchos casos, y hoy, actualmente, ¿qué queda de todo aquello?, supongo que el recuerdo, y no demasiadas empresas que hayan subsistido, eso sí, las más aptas resistieron, lo que viene a significar obviamente sólo una cosa aplicable al tema que nos ocupa.

Que no se me escandalice nadie, desde luego que el nuevo Eldorado que representa Internet vía el universo electrónico, ofrece innumerables ventajas, sobre todo rapidez, es decir, la difusión a un ritmo vertiginoso, pero...

Como en el mítico Eldorado no es oro todo lo que reluce, no se descubren talentos literarios cada dos por tres, ni, al menos en nuestro hemisferio, una novela, un relato, te abre las puertas de las editoriales más importantes, no, aquí no, tal vez porque en la vieja Europa no acabamos teniendo una mansión al final de una cadena que empezó intercambiando un clip sujetapapeles.

Hoy en día, como siempre, y este siempre ya es un clásico, por mucho que tengamos una página web o un blog, al menos en la vieja Europa, vuelvo a repetir, los cazatalentos no abundan en Internet, la popularidad rápida sí, esa que se quema a sí misma alegremente en rankings tan acelerados como desmedidos, por ejemplo, el estornudo de un panda que visto en ese portal mediático cuyo nombre conocemos todos, ha alcanzado la nada despreciable cifra de 13 millones y medio de visitas en tiempo record.

La gloria literaria, el reconocimiento al esfuerzo del escritor anónimo, pero con muchas ganas de dejar de serlo, no se logra en un abrir y cerrar de ojos a través de los medios virtuales, eso no es cierto y no se debe pretender deslumbrar a los noveles hablando de lo que es una verdad a medias.

Y digo verdad a medias porque es cierto que lo que escribas lo puedes publicar instantáneamente y llega a todos los rincones, pero de eso a conseguir el éxito fulminante hay un abismo aunque el testimonio de tu paso por el mundillo virtual sea una realidad. El éxito hay que ganárselo a pulso; ni siquiera Internet te lo regala; el hada madrina de Cenicienta sólo existió una vez, y además era cuento... Por favor, no sucumbáis a los cantos de sirena, que todo cuesta y en literatura todavía más, y con Internet o sin, lo único que cuenta es la perseverancia.

Si todos necesitamos 15 minutos de notoriedad, esa ambición puede satisfacerse por la red... y luego silencio, o, lo que es peor, olvido ya que hay nuevos juguetes con los cuales divertirse, me refiero al público naturalmente.

No nos engañemos, en Internet lo que atrae es lo breve e impactante, sea hermoso, feo o desagradable, ético o no, y también los experimentos estrambóticos como, por ejemplo, la intrincada y laberíntica literatura hipertextual. ¿La habéis probado alguna vez? Yo sí.

Ignoraba lo que era y me enteré de su existencia por un concurso, me llamó la atención y quise probar (no por el concurso en sí; superé esa etapa hace ya muchos años). Bueno; después de romperme la cabeza con aquel jeroglífico conseguí desarrollar un rompecabezas bastante aceptable, o por lo menos tan incoherente, que fue dado por apto para participar, y de ahí no pasó, claro, pero me cabe la satisfacción de que pude hacerlo, ahora, no pienso repetir.

Sin embargo, yendo a lo que importa, esta clase de cosas hipertextuales tienen muchos fans y la verdad es que no sé por qué; son complicadísimas de hacer y acabas loco perdido, quien lo hace y quien lo lee.

He intentado sacar algún sentido de ese ejemplo. La verdad es que si esto ha de ser la literatura del mañana, Dios nos coja confesados, como diría un castizo... Aunque también, y es mucho peor, quizá sea símbolo premonitorio de lo que nos espera a todos los niveles, porque, según apuntan, las corrientes culturales se adelantan a la historia, o mejor dicho, la profetizan.

Sinceramente, no creo que en Internet, pese a sus muchas ventajas, que las tiene, de miles de millones de internautas con vocación literaria, se salven de la criba unos cuantos si éstos aspiran a perdurar, tal vez el secreto de un éxito tan fulgurante como fugaz, y poco recomendable, radique en que esa ansiada notoriedad se consiga, en efecto, pero lo que dura un relámpago... Si con eso es suficiente...