Portada Subcultura carcelaria El autor Editorial Letralia
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Las cárceles son lugares oscuros, aun estando abiertas a los rayos del sol,
como las Islas Marías. Son oscuras porque se vive en un mundo oculto para
la sociedad civil, lo que permite que se den tratos vejatorios y
degradantes, amparados en el aislamiento que facilita la formación de cotos
de control en los que son frecuentes los negocios ilícitos. Las cárceles no
sólo son ocultas para la sociedad civil, sino también son ocultas al
interior de ellas mismas, pues las autoridades en mucho desconocen cómo es
la vida cotidiana de los internos al interior, debido a la falta de interés
que se tiene por conocer y participar en la vida de los presos, ya que su
trabajo es más de "vigilar y castigar", que de reeducación, siendo la
readaptación social el interés último.
El patentizar la diferenciación resulta también del estigma que conlleva el
ser identificado como miembro del grupo de internos, pues se categoriza a
las personas por medio de la atribución de características, supuestas,
propias del grupo al que queda adscrito y que en el caso de los internos de
una cárcel, sería el recibir la calificación de delincuentes, malvivientes,
que son características profundamente desacreditadoras que los hacen
indignos de confianza; atributos que a su vez afirman, por comparación,
otra serie de características para quienes no pertenecen al grupo
estigmatizado, dejando a los empleados dentro de una supuesta normalidad,
la que no es deshonrosa, y es una referencia que, en términos éticos, les
da ventaja respecto al grupo de internos y les justifica, desde su
perspectiva, el trato discriminatorio que se da dentro de este tipo de
instituciones.
En el caso de la subcultura carcelaria, nos encontramos con la segregación
de individuos, que debido a sus faltas, se encuentran en condición de
marginalidad; lo que supone a su vez la existencia de formas de pertenencia
desarrolladas como grupo marginal, que se explican en la medida en que se
apoyan en la subcultura carcelaria, que se crea a partir de condiciones
particulares de existencia. Estas formas de pertenencia generan a su vez
mecanismos de autosostenimiento, que refuerzan actitudes y comportamientos.
Así las situaciones de trato de inferioridad y aun el sentido de
inferioridad con respecto al personal y la privación de derechos ayuda al
mantenimiento de la marginalidad, en la medida en que cohesiona al grupo
social.
La marginación está asociada a la falta de recursos y medios, es por esto
que dentro de estos grupos sociales se obtienen los medios que permiten la
subsistencia, la que logran por medio de la baja productividad y del
aprovechamiento de los desperdicios de la civilización industrial, de ahí
las características de la producción artesanal en las Islas Marías, donde
más que aprovechar los desperdicios industriales, se utilizan los recursos
naturales principalmente. Así, los grupos marginales mantienen patrones de
conducta que les impiden cumplir adecuadamente con los roles que les debían
corresponder dentro de las estructuras institucionales.
En las cárceles se vive dentro de dos normatividades, y el personal lo sabe
y procura no entrometerse en los asuntos de los internos, a menos que esto
sea por interés de la seguridad y del proyecto general de la institución,
de importancia.
Esta subcultura carcelaria tiene sus propias reglas, que son válidas para
los internos, y junto con la cultura institucional, regulan la forma como
interaccionan los reclusos, permitiendo la integración o exclusión al
grupo; exclusiones que podrían ser muy peligrosas al interior de una
cárcel.
Los contratos sociales informulados se afincan en intereses compartidos,
que sólo se cumplen por la colaboración de los que comparten el espacio, y
es a partir de estos acuerdos que vemos claramente estas normas, las que
tienen un fundamento ético y práctico: ético en la medida en que se fundan
en un compromiso grupal que cohesiona, al establecer obligaciones
normativas entre los miembros; y práctico, al ser un tipo de estrategia
adaptativa basada en la búsqueda de la seguridad.
El respeto a estos contratos sociales informulados facilita una interacción
menos conflictiva entre los internos; son precisamente los conflictos y las
tensiones las que nos revelan la importancia de este tipo de acuerdos que
los muestran normativos de la subcultura carcelaria, al ser atenuantes de
las fricciones constantes que hay en estas instituciones. El no cumplir con
este tipo de contratos al interior de una cárcel puede ser muy grave, como
sería el que un interno denunciara ante las autoridades de la institución
alguna infracción cometida por otro interno, lo que llevaría al denunciante
a ser considerado como "chiva".5 El denunciar le es permitido a un
empleado, pero no a un interno, el que no sólo sería excluido del grupo,
sino que además podría ser objeto de agresiones y violencia por parte de
otros presos, pudiéndole costar hasta la vida.
Entre los internos se crea la conciencia de un "nosotros" que en principio
se da a partir de la existencia de los dos grupos presentes en todas las
instituciones totales, que están integradas por los internos y el personal;
lo que crea una conciencia de grupo que no garantiza la cohesión en el caso
de los internos. En general, dentro de las instituciones totales la lealtad
que debiera generar la conciencia de grupo es algo poco común, y lo que
priva sobre la lealtad es el egoísmo, sobre todo dentro de una cárcel donde
la carencia es la característica, de hecho uno de los recursos que los
internos utilizan para no meterse en problemas con los demás internos, es
tener claro que dentro de la prisión se está solo, que dentro de la cárcel
uno ve por sí mismo y lo prioritario es salir lo mejor librado posible; lo
que no se contrapone con la idea de un "nosotros" que se basa en la
diferenciación que resulta muy aparente entre internos y personal. Sin
embargo la aspiración a que exista dicha fidelidad es una constante dentro
de la subcultura carcelaria, sólo que está siendo continuamente quebrantada
en la práctica, aunque reiteradamente se haga mención de un "nosotros" y un
"ellos".
Una de las causas que hacen que se quebrante esta fidelidad está
relacionada con el sistema de privilegios que existe dentro de los
presidios, que hace que se fracture la homogeneidad que en principio se da
en estas instituciones, ya que en estos lugares se da un trato masivo y por
lo tanto despersonalizado a los internos; pero en un lugar donde la
carencia es la norma, la más mínima comodidad resulta un bien muy
apreciado; privilegios que no lo serían estando en libertad, pero dentro de
estas instituciones, la posibilidad de hablar por teléfono, ver una
película, tener acceso a comprar fruta, comer limpia y nutritivamente,
recibir visitas familiares, tener un espacio privado como dormitorio, etc.,
resultan un privilegio; es por esto que los campamentos de castigo en las
Islas Marías afincan la sanción en el aislamiento y la falta de
comodidades, además del castigo físico al que se les somete en
ocasiones.
Sin embargo, la constante referencia de un "nosotros" y un "ellos" nos
muestra la existencia de una serie de características o atributos que
comparte el grupo. Estas características se adquieren en principio por el
hecho de su adscripción como preso, pero se refrenda o no, al compartir o
no estos elementos culturales propios de la subcultura carcelaria. La
ubicación otorgada en principio por la adscripción que se tiene en la
institución se refrenda en el mismo grupo, si no se toma la "conversión"
(Goffman, 1992: 72) como estrategia adaptativa, pasando a ser parte del
otro grupo, como es el caso de los soplones, delatores o chivas, que nos
muestra la no observancia de estos contratos sociales informulados, que son
la base de la solidaridad grupal y la norma que rige, en gran medida, el
comportamiento de los internos.
Los códigos de la subcultura carcelaria, los que están basados en contratos
sociales informulados, se pueden resumir en no denunciar; no inmiscuirse en
asuntos ajenos, mostrar valentía en un momento determinado y en el carácter
sexual masculino, que está presente en la interacción que se da entre los
internos.
Al ser códigos relacionados con la valentía del no denunciar y en el
carácter sexual de la masculinidad, los que transgreden la sexualidad
considerada como normal, la heterosexualidad, son muy mal vistos; es por
esto que los homosexuales son maltratados entre los internos, a pesar de
que constantemente acuden a ellos para el ejercicio de su sexualidad.
En referencia al carácter sexual, los internos más rechazados, a quienes se
les aparta y se les agrede, son los violadores; mientras que los recluidos
por asesinato son respetados; así como los que están presos por tráfico de
drogas, pues el uso de estupefacientes al interior de las cárceles es
bastante común y manifiestan en sus antecedentes hábitos comunes en estas
instituciones.
Siendo la cárcel un espacio donde abunda la carencia, los internos que
roban dentro de los penales también son muy mal vistos e incluso corren
gran peligro si son sorprendidos en el robo, esto debido también a que
quien no se defienda de los robos y los abusos de otros internos muestra
falta de valor, de "hombría"; es por esto muy común que las personas por
medio de la violencia hagan respetar sus propiedades y derechos,
delimitando de esta manera su territorialidad; por ejemplo: dentro de las
crujías se establecen los espacios que les pertenecen, y aunque son muy
pequeños, son los lugares donde guardan sus pertenencias, estos espacios
son señalados por medio de objetos personales e incluso se llega a la
utilización de demarcaciones que hacen o ya están en el espacio físico,
dándose frecuentemente acuerdos tácitos sobre la pertenencia de los
espacios.
Así la subcultura carcelaria se explica desde la adaptación al espacio y el
medio en el que viven los internos.
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