Entrevistas
Alberto Barrera TyszkaAlberto Barrera Tyszka
Rara vez uno siente que una novela está lista

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“Creo que, desde hace mucho, me interesa el tema de la fragilidad, de nuestra debilidad frente a lo inevitable”, afirma Alberto Barrera Tyszka en relación con la historia que narra en La enfermedad, cuyo germen primigenio se remonta a finales de los 70 cuando, a sus 18 años, trabajó como enfermero en el Hospital Oncológico Padre Machado, el bastión de la Sociedad Anticancerosa fundado en 1959 por el doctor Alejandro Calvo Lairet.

“Lo hice por poco tiempo, pero me resultó algo definitivo, fundamental”. El escritor recuerda claramente esa temporada en el piso 4, donde se atendía a enfermos de cáncer genital. “Viví de cerca el sin sentido y la sin razón de la enfermedad, las experiencias —intensas pero también a veces insólitas, trágicas pero a veces también cómicas— que respiran en ese ambiente. Pienso ahora que tal vez eso me marcó, que ahí quizás empieza mi interés por el tema”.

La novela que hace menos de tres meses le hizo acreedor del XXIV Premio Herralde, convocado cada año por el sello español Anagrama, se desarrolla alrededor de Andrés Miranda, un médico que por un lado confronta el diagnóstico del cáncer que aqueja a su padre y, por otro, es perseguido por un hipocondríaco que lo cree su última esperanza. Empezó a escribirla como un cuento, pero al cabo de algún tiempo se le fue de las manos. “Comencé a pensar y a trabajarla, ya con la idea de una novela, a finales del 2003”, explica. “Tenía algunas cosas claras, con respecto a la trama y a la estructura, pero otras fueron saliendo en el camino”.

El tiempo y los amigos fueron personajes invisibles ya no de la novela, sino del triunfo de Barrera Tyszka en el Herralde, sobre cuya fecha límite para la recepción de obras tenía una confusión que casi le disuade de presentar el manuscrito. Del error lo sacó su amigo Oscar Marcano —finalista del mismo premio, el año anterior, con Puntos de sutura. “Con él y con Federico Vegas, a veces, compartimos lecturas, chismes y cafés los viernes en la tarde. Oscar me hizo ver que todavía estaba a tiempo para mandar el manuscrito y también me entusiasmó para hacerlo”.

Afirma que no estaba seguro de las posibilidades de La enfermedad. “Cualquiera tiene dudas al entrar en una carrera donde hay muchísimos manuscritos compitiendo, donde de seguro concursan escritores más viejos, experimentados, mejores, etc... Me animó bastante Oscar. Creo que, en el fondo, los dos apostábamos a la posibilidad de la publicación, a la posibilidad de que, aun sin ganar, a la editorial quizás le interesara publicar el libro”.

Le dedicó muchas horas a la corrección. “Pasé mucho tiempo, sobre todo, buscando un ‘tono’, el ‘tono’ que quería que fuera la novela”, recuerda. “Escribí, borré, suprimí, reescribí. Hasta el último momento. Casi hasta el instante en que estaba con los manuscritos frente a la oficina de DHL. Yo creo que rara vez uno siente que una novela está lista. Para eso sirven también los concursos y los editores. Para que uno deje ya de corregir, para separarnos de los manuscritos”.

 

Manual de procedimientos

Barrera Tyszka maneja un estilo galopante que no deja tregua al lector. Ya lo había puesto de manifiesto en También el corazón es un descuido, que en 2001 lo dio a conocer como novelista, y en la que confluyen la estética del género negro y una minuciosa descripción intimista del dolor persistente que sufre un personaje amargo e inseguro.

Nacido en Caracas en 1960, su nombre es familiar desde hace unos diez años para los lectores del diario El Nacional, quienes cada domingo se encuentran con su incisiva perspectiva de la realidad venezolana a través de su columna “Siete Días”. Ya antes había publicado los poemarios Coyote de ventanas y Tal vez el frío, así como el libro de cuentos Edición de lujo.

En la década pasada empezó a descollar también por otro oficio: el de guionista de telenovelas. Había iniciado su andadura en tales lides desde mediados de los 80, pero en 1996 el éxito internacional de Nada personal, afamada producción mexicana en cuya plantilla figuraba como guionista principal, lo consolidó en un género que, confesaba por aquellos años, él hubiera querido transformar, y que definía en un simple manual de procedimientos: “Protagonista virgen, amor de pobre, mucho sufrimiento, tesoro escondido, sangre, racismo, y un sueño”.

En 1998 Hugo Chávez gana las elecciones en Venezuela e inicia uno de los períodos presidenciales más polémicos de nuestra historia. Seis años después, Barrera Tyszka y la periodista de temas internacionales Cristina Marcano se embarcan en una exhaustiva investigación en torno a la figura del presidente que derivaría en Hugo Chávez sin uniforme, una biografía publicada en 2006 y que su prologuista, Teodoro Petkoff, ha definido como “una carta de navegación imprescindible para la comprensión de este peculiar fenómeno que es el chavismo”.

Tal diversidad de facetas ha podido producir algún efecto en el novelista, aunque él mismo no lo tiene demasiado claro. Creo que todo eso opera de manera bastante irregular, con procedimientos secretos que, tal vez, ni yo mismo percibo”, explica. “Sé que son medios, espacios, géneros... distintos, diferentes; pero igual sigo siendo yo quien escribe”. El mayor aporte de los muchos hitos de su carrera tiene que ver, especula, “con la disciplina, con entender que escribir no es un oficio de inspiraciones súbitas, de noches bohemias, de glamour estético. Para escribir hay que saber atornillarse a una silla, frente a un teclado, durante demasiadas horas seguidas”.

 

Del otro lado de nuestras palabras

El Herralde se entrega desde 1983, cuando fue dignamente inaugurado por El héroe de las mansardas de Mansard, del español Álvaro Pombo. Está dotado con un contrato por quince años con Anagrama y 18.000 euros, aparte de brindar a sus ganadores, por supuesto, un alza instantánea en su cotización editorial.

Al obtener tan prestigiosa distinción, Barrera Tyszka no sólo se sienta al lado de Roberto Bolaño, Enrique Vila-Matas o Alan Pauls, sino que su triunfo es comparado con el de Adriano González León, quien en 1968 ganara con País portátil el Biblioteca Breve y obtuviera un sitial similar junto a Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante y Carlos Fuentes. En el momento actual de la literatura venezolana, cuyos autores, en virtud de un trabajo sostenido, llaman la atención de los editores cada vez con más fuerza, Barrera Tyszka pareciera estar —no porque así lo haya planeado— en el centro de la euforia.

Le pregunto qué se siente ser el alma de la fiesta. “Me resulta un poco incómodo eso de ser ‘el alma de la fiesta’. No me lo creo. No es cierto”, responde. “Es decir, ahí hay una novela, un premio... Pero también hay muchas otras novelas, mucha otra gente que escribe. Y hay muchos lectores. Quizás esa sí sea la fiesta. Darnos cuenta —escritores, pero también, y sobre todo, los editores— que allá afuera, del otro lado de nuestras palabras, hay un grupo enorme de gente que lee, que desea leer, que espera leer”.

Ni siquiera cree que el que haya ganado el Herralde sea una especie de síntoma de una actitud general en las letras venezolanas. “Creo que hay un vigor nuevo en nuestro mundo editorial”, afirma. “Y eso es buenísimo. Creo que, por diversas razones, algunos editores por fin también están queriendo arriesgarse con nuestra literatura. Y eso es buenísimo.  Creo que los escritores estamos buscando lectores, pensando en los lectores. Y eso también es buenísimo... Pero no me creo que el premio sea síntoma de nada”.

Las buenas noticias, dice, seguirían produciéndose independientemente del triunfo de su novela. “La enfermedad ha podido no ganar el Herralde y todo esto seguiría existiendo, igual, con la misma fuerza”. Estima que no son los premios los que marcan la pauta de la literatura. “Los premios tienen que ver más con el azar que con el oficio. Los premios no fundan literaturas, ni tampoco las certifican. Las bases de cualquier optimismo, en este sentido, no está en los premios sino en los libros que se encuentran, cada vez más, con sus lectores”.

Pero si algo es cierto es que la literatura venezolana atraviesa una coyuntura muy favorable. Y esto plantea, en opinión de Barrera Tyszka, algunos cambios. “Yo sospecho que estamos ante un nuevo momento donde, también, quizás sea necesario reinventar el perfil del editor en el país”, explica. “Recién ahora, quizás, las editoriales comienzan a mirar de otra manera a los autores, comienzan a buscarlos, a conocerlos, a arriesgarse con ellos”.

Y, aunque no existe un manual de procedimientos para escritores que deseen salir de la penumbra, el autor de La enfermedad aventura algunas indicaciones. “Para escribir cada vez mejor, o al menos para intentarlo, sólo hay tres verbos: leer, escribir, corregir. Uno debería encerrarse en un cuarto con esos tres verbos el mayor tiempo posible. Aun cuando no haya garantía de que eso nos haga salir de la penumbra”.