Letras
Poemas

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Con una fuerza descomunal                                                                          
que sobrevolara ríos y pampas
buscaría el océano implacable
para poder vencer la vida y vencerme.
Brazos que huyen del silencio,
elevados como ciprés carcomido
se deslizarían quizá entre las sábanas
como la loca de un hospicio.
Pero la pantera que se aloja en mí
no ha querido me disfrace,
por eso escribo estos versos,
tan improbables como vacíos.

 


 

Hoy un texto,
trama indigna,
busca la palabra exacta
que nombre y me nombre.

 


 

Vuelve la desazón
de saberse viva y muerta
en la madrugada de un día gris
prostituido y decadente,
como las luces de ese cartel
que incitan en cualquier ruta
a buscar estiércol y beber
alguna gaseosa insípida.

 


 

Tengo un dolor que aguijonea
me desangra este dolor de loca,
tengo un dolor de vieja tuerta
que apuesta cuerpo y alma
en el circo urbano de la estupidez
donde la palabra se hizo hueca,
resto de aquel abismo transitado,
aunque una patota de ángeles
se desternilla de risa.
Tengo un dolor desvencijado, repetido,
por no nombrar al verbo que fue primero,
trasformado en sustantivo después,
como la realidad azarosa e imberbe
toda ésa que no alcanza en la vigilia
pues sólo lo real se sueña
es un dolor de loca buena.
Tengo un dolor que horada sin remedio
ineficaz, innecesario este dolor
como el del poema que enmudece
es un dolor de silencio.
Tengo un dolor banal
dolor de haber gritado lo suficiente,
de vieja tuerta que imagina
poder morirse sin la muerte.

 


 

Cómo quisiera trasformar estos versos
besar sus mejillas,
deslizarme en el desierto de hielo
y desnudar nuestras apariencias
en una bañera de escándalo.
Cómo quisiera no querer amar
a este amor cómico e inconcluso,
filoso como el puñal
y fugaz como un cometa
en mis noches de miedo.