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Ana María NavalesAna María Navales, poeta hispana de la palabra precisa

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La obra de Ana María Navales es tan inmensa y profunda que para rendirle un homenaje no se sabe si presentarla en el panorama literario español como narradora, ensayista, poeta, docente o editora. Ha sido todas esas cosas, y muchos tal vez la recuerden no sólo por sus textos y toda esa faz literaria, sino sobre todo como mujer y amiga porque Ana María Navales no le caía indiferente a nadie. Por eso diré que Navales es fundamentalmente poeta y pensadora, una artista.

Últimamente sus poemas habían sido condensados en Travesía en el viento —una estupenda reedición de su poesía— que, a mi juicio, sólo puede anunciarse metonímicamente con dos palabras: “grito” y “realidad”. Se han destacado La lady y su abanico, La amante del mandarín, El laberinto del Quetzal y Cuentos de Bloomsbury, Zacarías rey, Tres mujeres y Cuentos de las dos orillas, y no necesitan mencionarse sus detallados estudios sobre Virginia Woolf, Nadine Gordimer y otras destacadas escritoras que hallaron en su pluma la recreación de sus textos, además de un análisis biográfico y literario concienzudo, del que sólo puede ser capaz una conocedora insustituible de la palabra, pero también una artesana sumida en el maravilloso e infernal oficio de narrar.

Gracias, Ana María, acaso niña, poeta del asombro y la frustración, libertaria silente. Es que Ana María Navales es la representante hoy de las letras aragonesas y su memoria ha de quedar grabada en la historia literaria hispánica. Sin embargo, lo inolvidable de esta artista es que buscó la libertad en todos sus más caros sentidos. Aun cuando nos abandonó, nos deja una huella precisa.