Letras
Poemas del libro inédito Cuarto vecino

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Los amantes

a María Armas

En un principio
el amor se ocultaba en las orillas
y niños desnudos vagaban en nuestros sueños
haciendo de ventiscas
terrenos abiertos al orfanato
                            del día.
Dos cuerpos admiraban los homenajes vespertinos
en una erosión de cúpulas
                        y laberintos.

El aire crujía sobre
la espalda de los animales furiosos,
abrigando la posibilidad
de un aleteo carente
de moralidad.

Con el llegar de las voces,
nos quedaba la duda:
una lágrima musical
o confundir el tiempo.
                            Luego
las horas,
la tentación del descanso,
la infructuosa lividez de las heridas
tenían por bien
               perturbar los quehaceres.

Bajo las sábanas es posible olvidar
que el hogar es un altar de profundo respeto.

 

Lilium

O castitatis lilium

Bajo la luna
un cuerpo se asoma
al recuadro de mi imagen de lila.

El viento pagó el secreto de mi voz.

Ahora la vida
se envuelve como rosas.

 

El verdugo

                           Rendido,
abrumado por la recia tentación del oficio,
los hombres te piden hacer
lo que el temor les impide:
ser observados como diminutos objetos afrentando
                              una virtud que nunca les compete.
               Por ello
vuelves los ojos
y te sugieres una realidad
tan ajena como permitida:
                                             ser hombre al fin
sin ninguna pesada marca que revele tu condición
tan llevada al martirio.

Como entregados a la pasión,
ménades con sinónimo de muchedumbre
brindarán a tu infinita lógica
el diminuto eslabón
que conserva el vedado nombre de la inocente.

Es aquí donde te concibes un sueño,
                   desdoblándote de ti
para obligarte alguna acción sin virtud o justicia:
              no despiertes,
              evita el final del cuento que reprimiste,
              princesas o serpientes no colmarán
                       tu destazada hoja de vida.

Junto al terral de la grita
quedará el vacío de un cristal mientras eres alabado
                         y eximido de culpa.
La inocente que canta,
rodeada por la turba que suplica
la prematura extinción de sus pechos,
será unida sin remedio al polvo.

                                                             Sólo
cuando el cuerpo tenga la perfecta movilidad
de la piedra,
los hombres te mirarán con el desdén y el asco
que produce el aborrecimiento.
Sabrás que ningún principio te fue destinado como nombre
                                          o herida,
pero, en tu mero oficio de artesano,
la convicción de examinar los pecados gratuitos será
                                                       tal vez
        tan bendecida como los milagros.

 

Quijote

Aún tienes tus manos
y la fuerza para crear molinos,
sólo olvida la derrota
o la blancura de la luna
y despierta de ese sueño
que muchos llaman cordura.