Sala de ensayo
Gabriel Jiménez Emán
Gabriel Jiménez Emán.
La novela Averno, de Gabriel Jiménez Emán, como la metáfora del extravío del hombre en la posmodernidad

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“¡Ah, cuán triste me sería decir lo salvaje,
áspera y espesa que era esta selva,
cuyo recuerdo renueva mi pavor,
que supera al de la muerte!”.

Dante Alighieri
La Divina Comedia
Canto I. El Infierno

Selva oscura

Las leyes del mercado, la sobreproducción industrial, las grandes corporaciones económicas trasnacionales y la pretendida hegemonía cultural han desviado al ser humano del camino recto, extraviándolo en una selva oscura sin el auxilio de un Virgilio que lo tome de la mano y le muestre lo sórdido del averno y su posible retorno a un lugar menos inhóspito. La temática del infierno como leitmotiv, así como la del viaje, se presenta de manera recurrente en la historia de la literatura desde sus primeras expresiones registradas en las diversas culturas, resultando quizá una de las más resaltantes para el mundo occidental La Divina Comedia, del poeta Dante Alighieri (1265-1321). Revisaremos, en este acercamiento al texto, el averno como metáfora del hombre posmoderno extraviado, y lo haremos por medio de la novela intitulada Averno, del escritor venezolano Gabriel Jiménez Emán (Caracas, 1950). Destacado narrador, poeta y ensayista, quien ha publicado en narrativa Los dientes de Raquel (1973), Los 1.001 cuentos de una línea (1981), Relatos de otro mundo (1987), Una fiesta memorable (1991), Tramas imaginarias (1991), La gran jaqueca (2002), La isla del otro (1979), Mercurial (1994), Sueños y guerras del Mariscal (2001) y El contraescritor (2007). En poesía ha publicado los libros Narración del doble (1978), Material de sombras (1983), Baladas profanas (1993), Proso estos versos (1998) e Historias de Nairamá (2007). Como ensayista podemos mencionar Diálogos con la página (1984), Provincias de la palabra (1995), Espectros del cine (1998) y El espejo de tinta (2007).

La obra que nos ocupa en este ejercicio de lectura y reescritura es Averno, novela publicada en el año 2006 y enmarcada dentro de la ciencia ficción, donde se resaltan las preocupaciones del hombre ante una posmodernidad agobiante manifestada en una sociedad sofisticada bajo la direccionalidad de pensamientos y prácticas poco alentadoras, tales como la contaminación ambiental, la marginalidad, la violencia, la prostitución, la clonación y un profundo desamor signado por la pornografía, la soledad y la vida superficial programada por los empresarios del entretenimiento, las drogas y de una realidad virtual descontextualizada.

 

Averno y posmodernidad

La posmodernidad gestada desde el hombre moderno, en medio de sus inquietudes, frente a sus ideales y conceptos donde la imagen de Dios se inestabiliza o debilita, tomando mayor significación la idea sobre la moral como sustento de cualquier deidad. Planteándose, por lo tanto, la finitud del hombre y su intrascendencia marcada por su organicidad corporal que, como lo afirma Víctor Bravo (1991):

Cuando el hombre se mira a sí mismo sin las glorias de la trascendencia y de las identidades divinas, se topa con su desamparo y ve su efímera corporeidad de orificios y excrecencias amenazadas por la enfermedad y condenada a la muerte; se ve en la fealdad y en la debilidad de un cuerpo sometido a las desgarraduras del mundo (p. 42).

Es el hombre perdido en un mundo infierno donde las relaciones con lo etéreo y lo divino se alejan, se desvinculan, acercándose el hombre a un mundo con pocas posibilidades de adherirse y sostenerse. Como lo explicara Hopenhayn (1994) cuando plantea que al Nietzsche presentar a la moral como producto de una verdad no absoluta tiembla el edificio metafísico que se encuentra cimentado precisamente en esa moral, ahora cuestionada. De esta manera se define la verdad absoluta sólo como una invención histórica, esgrimida por los más fuertes con el objeto de lograr el dominio de los más débiles en una sociedad determinada. Esto lo observamos en Averno cuando el personaje Ana La Leona, a quien le han desaparecido a su joven hijo Raúl, refiriéndose a una organización policial en la ciudad de Caracas, que ya cuenta para ese entonces con una avenida a la altura de la cota 2000, expresa que “han creado esas fulanas ‘Brigadas Contra el Vicio’ no para atrapar a los ladrones o asesinos o drogadictos, sino para llevarse a la gente inteligente, a la gente que sabe cosas. Mi Raulito es muy inteligente, lee mucho, es poeta...” (p. 49). Son los poetas como creadores de realidades analógicas potenciales y con su continua visión crítica de las verdades establecidas y sus posibilidades de irrupción. Es el poeta desestabilizador, el de alto riesgo, el que no deseaba Platón en su República de las ideas, la imperturbable.

Ahora, procurando ubicar cronológicamente esta visión del mundo en torno a la posmodernidad, nos remitimos a lo expresado por Julio López (1985), quien afirma que:

La tecnología relacionada con la informática y la telemática tienden a impregnar el tejido social y su funcionamiento mismo, ya que desde los años sesenta, fecha esta en la que se clausura la llamada “posguerra” con un conjunto articulado de transformaciones sociales y culturales, y en el que, en puridad, podemos comenzar a hablar de época posmoderna en tanto que hacen patentes tanto el advenimiento de la nueva cultura de la imagen y el sonido, como en tanto se manifiesta con evidencia ese sentimiento de “desencanto”, “frustración”, y “melancolía” ante el progreso técnico-científico, antaño fuente de optimismo y hoy causa de cierto vaciamiento individualista (p. 111).

La cosmovisión del hombre de la modernidad baja a Dios de las alturas plantándolo en la tierra para ejercer su soberanía junto con la idea del progreso, el avance científico y tecnológico, los mismos que pronto nos mostrarán más decepción que satisfacción. Basta con recordar el macabro acontecimiento que significó la exterminación por medio del átomo en Hiroshima y Nagasaki. Es la soberbia del hombre, mostrando los riesgos a que está sujeto el planeta ante estos supuestos avances científicos y el uso irracional de los mismos.

 

“Averno”, de Gabriel Jiménez EmánAverno: ántropos, cibernántropos y clones

La novela Averno también nos plantea la difícil situación de la convivencia, la cual se torna complicada entre ántropos, pero ahora aunada con la compañía de los cibernántropos crea situaciones sociales mucho más complicadas. Los cibernántropos son seres teledirigidos por grandes corporaciones de las redes de la información y comunicación que poseen necesidades artificiales en un mundo colmado de pseudosatisfactores cuyo consumo exacerbado se satisface bajo los designios de la oferta y la demanda. Este enfrentamiento ántropos-cibernántropos, ahora se agudiza con la convivencia con seres humanos creados por medio de la clonación en su acelerado proceso de envejecimiento y muchas veces diseñados genéticamente con objetivos muy abyectos y escabrosos. Los cibernántropos, según Lefebvre (1986:168), ignoran el deseo y sólo tienen necesidades, y su diferencia con el robot es que sí tienen conocimiento de la sed y del hambre. También tienen sexo. A diferencia, el ántropo acepta los conflictos, los asume y enfrenta el sufrimiento que genera dichos conflictos. De igual modo confronta y no teme agudizar las contradicciones, expresarlas y gritarlas por medio de la retórica y el discurso apasionado. El cibernántropo, en cambio, se deleita en reducir todo lo que toca y muy especialmente las contradicciones.

Así, en el capítulo veintiuno de la novela Averno encontramos que:

Con el deicidio perpetrado a diario por la gula económica y la implantación de la tecnología como un fin en sí mismo, la sociedad se solazaba en sus propias imágenes, en sus espejismos prefabricados. Uno de esos sustitutos de Dios era el de la Ciberesfera, un ente invisible de estructuras de información transmitidas como ondas de radio, las cuales transportaban palabras, imágenes y sonidos, y éstas a su vez transmitían un determinado concepto de vida... (p. 170).

En la modernidad ubicamos la muerte de Dios, ahora estamos ubicando otro asesinato desde la posmodernidad, y es el de la realidad. Ya que la posmodernidad está directamente vinculada con las imágenes, la proyección, la repetición, lo audiovisual y lo virtual, en lo que Baudrillard (2000) denominará “el crimen perfecto”. En La ilusión vital, Baudrillard (1985: 188), también expresa que “hoy ya no existen la escena y el espejo. Hay, en cambio, una pantalla y una red”, de la misma manera propone que la imagen televisiva es el objeto definitivo y perfecto en esta nueva era ya que nuestro propio cuerpo y su contexto se convierte en una pantalla de control.

La clonación, con sus primeros resultados mostrados al público, con la conocida oveja Dolly en el año 1997, hija y motivo de orgullo de los científicos, quienes al parecer no previeron los acelerados cuadros de envejecimiento del mamífero en su copia celular. Con este resultado de la ciencia se demostraba una vez más el futuro incierto de una sociedad con grandes inclinaciones antiéticas, perfiladas en la multiplicación e hibridez de los seres vivos con los fines menos sospechados y por lo general vinculados también con las leyes de la oferta y la demanda del mercado mundial. El primer caso de clonación que se observa en la novela de Jiménez Emán (2006: 95) en un diálogo entre los personajes Juan Pablo Risco y Nicolás Kai, donde éste último comenta su experiencia con el científico Gustavo Jara, quien trabaja para Corporación Enolc, específicamente en el “Proyecto G” con el objeto de clonar seres humanos. Lo podemos observar de la siguiente manera:

—Al poco tiempo de mi amistad con Gustavo Jara, me parecía que el comportamiento de su familia era demasiado seco, yo estaba inquieto ante las reacciones maquinales de la señora Jara y de sus hijos, y Gustavo, viendo que yo lo había advertido, me confesó con orgullo que su familia era producto de la clonación, y que aquello no tenía nada de malo. Poco a poco fue interesándose en clonar más gente, y yo me opuse.

—Entonces empezaron los problemas.

—Sí, sus argumentos eran simplemente para tener control absoluto de cosas y personas, de las necesidades y de las respuestas humanas a esas necesidades.

—Algo aterrador— dijo Juan Pablo.

Según Baudrillard (2000), existe una información genética en nuestras células con la tendencia hacia la inmortalidad, de allí que nos cueste tanto aceptar la muerte, tanto la nuestra como la ajena, ya que “en las células acecha nuestra inmortalidad” (p. 5). Y ha sido un proceso largo el que permitió la división de estas células y al mismo tiempo la muerte, ya que “la inmortalidad es siempre el más terrible de los posibles destinos” (p. 5). Sigue explicando Baudrillard sobre el proceso de sexualidad en los seres vivos:

Después de la gran revolución en el proceso evolutivo (la llegada del sexo y de la muerte) aparece la gran involución: su objetivo es, a través de la clonación y de muchas otras técnicas, liberarnos del sexo y de la muerte. Donde una vez las criaturas vivas se esforzaban, a lo largo de millones de años, por liberarse de esta clase de incesto y de entropía primitiva, ahora nosotros nos encontramos, a través de los avances científicos mismos, en el proceso de recrear precisamente esas condiciones. Estamos trabajando activamente en la “des-información” de nuestra especie a través de la anulación de las diferencias (p. 7).

Es una carrera científica en contra de la evolución de la vida, por medio de la negación de la muerte, situación que se traduce en células inmortales que se multiplican, creando las condiciones propias de un tumor cancerígeno. También lo expresa la novela Averno, refiriéndose a la superproducción manufacturera:

...el llamado crecimiento canceroso, es decir, el sistema produce más de lo que puede vender, y paga a los empleados cantidades inferiores al valor de su trabajo, para extraer más beneficios y hacer posible un nuevo crecimiento, que se dispara hasta hacerse proliferante, recargado, canceroso (p. 186).

Rebeca Henríquez, personaje de la novela Averno, quien es un clon de Sara Amarilis, la hija de Nikolás Kai. La describe el texto en su acelerado proceso de envejecimiento, de la siguiente manera:

Rebeca Henríquez recogió furiosa los pliegues de su vestido rojo y subió las escaleras hacia su recámara. Fue directo al espejo. Tenía 15 años, pero representaba al menos 40. Sus arrugas habían comenzado a pronunciarse en los últimos meses. Dio un golpe sobre la mesa del tocador y tiró de allí varios frascos de maquillaje. Estuvo un rato pensando y luego bajó. Se plantó frente a Nikolás y le sostuvo la mirada, auscultando en sus ojos (p. 135).

Dentro de la novela hay un grupo de personajes que luchan por el respeto a la vida, ya que la ética está directamente relacionada con todo lo que procure la continuidad de toda vida en el planeta, así como el respeto a las sabias leyes de la naturaleza. “Vanguardia Ética” se denomina el grupo liderizado por Nikolás Kai, Juan Pablo Risco, Fidias Heredia, Karl y Klara Kubin, quienes conforman una red internacional para enfrentar a la Corporación Enolc, quien presta servicios de clonaciones para distintos usos en el mercado humano.

Según Henri Lefebvre (1986):

En esta gran guerra, las armas son espirituales. Lo que no excluye las intervenciones brutales de cibernántropos provistos de instrumentos contundentes, ideológicos y de otra clase. Por armas espirituales de los ántropos entendemos la ironía, el humor, el sentido de lo chistoso, la sátira directa o indirecta, la elaboración de un código de convivencia entre los anticibernántropos (p. 182).

Son los tiempos de confrontación entre los humanos con seres creados desde la propia inteligencia, sin medir las consecuencias que significan ir contra la ética y el equilibrio de la naturaleza por medio de la monstruosa intervención genética de los seres vivos.

 

Averno, cuerpo y amor

En este averno posmoderno, después del caos de una ciudad colapsada e integrada por una serie de avernos que la subdividen, “Catia era el grande, el verdadero infierno de la ciudad...” (Jiménez Emán, p. 11). En este contexto, extrapolado con Hollywood y Nueva York se desarrolla una cultura donde el cuerpo ejerce una función estrictamente orgánica, desprendido de cualquier sentimiento, en una suerte de derecho jurídico sobre el cuerpo y su debida administración. Baudrillard (1989: 42) expone que pertenecemos a la cultura de la eyaculación precoz, esto debido a que los procesos de seducción en correspondencia con una profunda ritualización se borran para transformarse en un imperativo sexual naturalizado, donde se expresa:

“tienes un sexo, y debes encontrar su buen uso”.

“tienes un inconsciente, y ‘ello’ tiene que hablar”.

“tienes un cuerpo y hay que gozar de él”.

“tienes una libido, y hay que gastarla”.

Esta obligación de liquidez, de flujo, de circulación acelerada de lo psíquico, de lo sexual y de los cuerpos es la réplica exacta de la que rige el valor de cambio: es necesario que el capital circule... (p. 42).

La relación de pareja en el transcurso de la novela se desenvuelve por medio de un interés para superarse y escalar tanto social como laboralmente. Sólo se observa al final de la obra cuando surge Sara Amarilis, cual Beatrice, reflejando el amor que salvaría a Juan Pablo Risco del averno. Las relaciones amorosas en la mayor parte de los casos se reflejan como en la descripción de los personajes Ingrid Valenzuela y Josefina Montero:

Pero Ingrid no tenía amoríos; sólo sufría de arrebatos de sexo compulsivo que desahogaba con jóvenes técnicos del estudio a escondidas. En cambio Josefina sí le contaba de sus experiencias sexuales con algunos actores y hombres de negocios, empresarios adinerados que siempre iban por allí buscando sensaciones nuevas. En poco más de un año protagonizaron cuatro películas que fueron éxitos rotundos de taquilla (p. 139).

Víctor Bravo (1991: 42) recuerda que “la revelación del cuerpo es la revelación del infierno”, debido a esto la iglesia siempre procuró ocultarlo, silenciarlo, velarlo y prohibirlo. Pero ya había ocurrido el “crimen perfecto” y Dios ya no ejercía su soberanía, sino que gobernaba el pensamiento crítico, ubicándonos esto en las mismas puertas del averno. “Pues la razón, que nace para negarse permanentemente a sí misma, es una de las más perfectas invenciones del demonio” (p. 42).

Más adelante, el texto nos narra la vinculación amorosa entre los personajes Ingrid Valenzuela y el empresario Domingo Monasterios, donde la relación despersonalizada es lo característico de estos amores directamente proporcionales al capital económico y al dinero circulante:

Ella sabía para qué; entonces se dirigía a la habitación, se desnudaba y acostaba en el lecho tumbada de espaldas para no ver la cara de Domingo. (...) Ella sentía un dolor vergonzoso. Al comenzar a moverse la sujetaba y obligaba a estar en la posición animal de cuatro patas, hasta que él eyaculaba y ella fingía estar teniendo el orgasmo para que él se sintiese satisfecho y no le exigiese un nuevo coito (Jiménez, 2006: 140).

Zambrano (1993: 267), al referirse a Afrodita como la divinidad del amor, nos recuerda que ella es todo juego, gracia y regalo. Esas cándidas características resultan muy sutiles, y el hombre con el solo aliento las puede maltratar; tal es que su pureza está representada por un niño, un amor niño, “Eros, niño; Adonis, adolescente, es el compañero de Afrodita, su hermano o su amante...” (p. 266). Pero Afrodita, así como es juego y fiesta, también es tragedia.

El amor es el agente de destrucción más poderoso, porque al descubrir la inadecuación y a veces la inanidad de su objeto, deja libre un vacío, una nada aterradora al principio de ser percibida... Y así, el amor hace transitar, ir y venir entre zonas antagónicas de la realidad, se adentra en ella y descubre su no-ser, sus infiernos (p. 273).

Sigue explicando María Zambrano que el hombre, en nombre de la libertad, ha renunciado a la condición divina del amor, ha cometido el crimen contra Afrodita, con la intención de no padecer la herencia propia del enamorado, el sufrimiento y la pasión de toda adoración divina, quedándose únicamente con la función orgánica en el ejercicio de un derecho humano, el cual lo puede actualizar cuando lo considere conveniente.

Así, al hombre y a la mujer posmodernos, en Averno, lo salva la “Vanguardia Ética” organización conformada por poetas, músicos y artistas surgidos de las zonas populares de la gran Caracas, como en el barrio Manuel Díaz Rodríguez de Chacao. También esta vanguardia tiene sedes en distintos puntos del mundo que le hacen frente a los cibernántropos, y aun a los clones que circulan por las inhóspitas calles de la ciudad con un rostro y un cuerpo repetido, sin un alma que los fije a la tierra para proporcionarle sentido a su existencia en un mundo apocalíptico donde:

La educación prácticamente no existe, sólo la educación privada que pueda pagarse. Los profesores de materias humanísticas o de asuntos artísticos o filosóficos no tienen campo de trabajo en ninguna parte. Las facultades de Artes o Letras han sido eliminadas paulatinamente. Los libros de autores clásicos son considerados costosos, pesados, incómodos o inextricables. Las ideas o los mundos creados en la imaginación de los artistas clásicos son vistos como utópicos, divagantes, poco aplicables en la práctica. Incluso pueblos y sabidurías ancestrales como la hindú o la china están alejándose cada vez más de sus tradiciones, de las leyendas y fábulas que habían fundado sus identidades. Todo está siendo suplantado por la imagen trucada, por los efectos especiales, gratuitos, de puro manejo por ordenador, por el video musical y por las películas de erotismo fofo... (Jiménez, 2006: 115).

Es el grito de los poetas y creadores que nos muestran el camino bajo la guía de un Virgilio, un Eliseo, un Lezama Lima. Es por medio del canto de la conciencia, la armonía, la belleza y la sensibilidad. Es la creación humanista que gracias a la palabra metafórica transforma las realidades con pretensiones de imperturbabilidad. Es la metáfora creadora de nuevos discursos, de nuevas significaciones, de otros sentidos. Es la metáfora que revoluciona, es la “metáfora viva” a decir de Paul Ricoeur. Así, por medio de la palabra, como también lo sentenciara Heidegger, es que lograremos otras realidades y será la guía para salir dignamente del averno posmoderno, después del asesinato de Dios, de la realidad y del amor.

Esta ponencia fue presentada en el XI Congreso Internacional “Presencia y Crítica” en Trujillo (Venezuela) el 29 de mayo de 2010.

 

Bibliografía

  • Baudrillard, J. (1985). “El éxtasis de la comunicación”. En: La Posmodernidad. Barcelona (Esp.): Kairós, pp. 187-197.
    (1989). De la seducción. Madrid: Cátedra (5ª edición).
    (2000). La ilusión vital. Madrid: Siglo XXI.
  • Bravo, V. (1991). “Del cuerpo y de la fealdad”. En Solar, Nº 7, Mérida, julio-septiembre. pp. 41-42.
  • Alighieri, D. (1978). La Divina Comedia. Madrid: Mediterráneo (5ª edición).
  • Hopenhayn (1994). Ni apocalípticos ni integrados. Aventuras de la modernidad en América Latina. Santiago de Chile: FCE.
  • Jiménez, G. (2006). Averno. Caracas: El Perro y la Rana.
  • Lefebvre, H. (1986). Hacia el cibernántropo. Una crítica de la tecnología. Barcelona (Esp.): Gedisa.
  • López, J. (1988). La música en la posmodernidad. Barcelona (Esp.): Ánthropos.
  • Zambrano, M. (1993). El hombre y lo divino. México: FCE (2ª edición).