Entrevistas
Alberto Trinidad
Alberto Trinidad: Mi escritura no entiende de diferencias entre etnias, culturas, zonas geográficas.
Allá arriba en la atmósfera... y con el arquitecto

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Viajar es siempre un brete para mí, un fandango imposible. Pierdo aviones con una facilidad espantosa, me pongo en la fila equivocada, olvido la maleta en el baño... un horror. Si hubiera una lista mundial de pasajeros distraídos, ahí estaría una servidora, encabezándola.

Pero también me pasan cosas divertidas. Encuentro, por ejemplo, libros interesantes, y no sólo en las librerías del aeropuerto. El mes pasado, cuando iba a dar una charla en la universidad de Puget Sound, me tocó sentarme en el avión junto a una señora que leía una novela cuya portada me pareció, de buenas a primeras, familiar. Ya puesta a curiosear y casi traspasando las fronteras del más descarado fisgoneo, reconocí al fin de qué obra se trataba: El arquitecto de atmósferas, de Alberto Trinidad, editor de Ediciones Oblicuas, a quien había entrevistado para mi blog un mes antes.

Le saqué conversación a mi vecina de asiento y resultó que era colega, profesora de literatura también, y regresaba de España cargada de libros. “Siempre que voy allá, vuelvo con una maleta extra llena de novelas”, me dijo. Vaya, que encontré un alma hermana. La convencí para hacer un breve intercambio de libros por el tiempo que duraba la travesía (sobra decir que yo también viajo perpetuamente acompañada por uno) y devoré, literalmente, la novela de Trinidad en tres horas de vuelo.

Z, el protagonista, tiene un programa de radio que presta su título a la novela. En él, tarde en la noche, habla con sus oyentes y los anima a dejar de ser... humanos. Pese a sus rarezas, Z tiene una red de seguidores, fanáticos de su programa y que desarrollan una relación muy especial con él. Pero ¿es Z tan deshumanizado como podría creerse? ¿Cuáles son las claves de la novela, si es que se pueden revelar? De estas preguntas (y algunas otras) surgió la idea de la entrevista con su autor.

Teresa Dovalpage: Las obsesiones (sangre, velas, orgasmos) son uno de los temas fundamentales de esta novela. ¿Por qué te decidiste por el tema? Es decir, como escritor, ¿uno decide qué temas tratar, o los temas lo escogen a uno? Explícame...

Alberto Trinidad: Estas obsesiones que comentas están presentes en el libro, no son tanto temas fundamentales de la novela como consecuencias explícitas del comportamiento de los personajes. Como escritor, yo no decidí a priori incorporar estos elementos. Es a partir de construir los personajes, con sus particularidades, obsesiones y sensibilidad propias, que aquéllas se acaban imponiendo. La relación de Z con la sangre es elemental dadas las características de la terapia que lleva a cabo; y la que tiene con las velas es una consecuencia de su huida de la luz artificial, de la claridad, de la univocidad de las formas: la iluminación crepuscular de las velas es una metáfora de las transformaciones que acaecen en su interior.

Respecto a los orgasmos e Ingrid está claro que se trata de la manera que tiene de relacionarse con su soledad, su forma de comunicarse consigo misma a medida que ha ido perdiendo los lazos que la vinculan con la sentimentalidad humana.

Teresa Dovalpage: Una forma muy... saludable, si lo vamos a analizar, pues no hace mucho leí, me parece que en Cosmopolitan, que los orgasmos ayudan incluso a rejuvenecer. Por otra parte, Z siente una repugnancia esencial por la humanidad con la que inevitablemente comparte este planeta. Y a pesar de eso, o quizás por eso mismo, es un personaje profundamente humano y, para algunos de sus oyentes, el único que los puede ayudar. La pregunta inevitable, ¿está basado, aunque sea de lejos, en alguien real? ¿Qué o quién te inspiró para crearlo?

“El arquitecto de atmósferas”, de Alberto TrinidadAlberto Trinidad: Creo que si Z pude llegar a resultar profundamente humano, pese a esa repulsión de la que hablas, es precisamente por haber sentido tanto las llagas de la humanidad en su piel: la sentimentalidad, la melancolía, los deseos inalcanzables, la esperanza, etc. Y es por eso que, tal vez, esos tres oyentes en particular, sumidos en sus propias desesperanzas, sienten en él una especie de guía, de faro de la imposibilidad.

Z no está basado en nadie real, y si alguna vez lo estuvo, a través de las páginas del libro ya se ha ocupado muy eficazmente de desembarazarse de ese poso, de ese lastre.

Z estaba dentro de mí. No hubo nada externo que me “inspirara” a crearlo. De hecho, Z es una consecuencia del final de mi anterior novela, Minorías de uno. Y también (y esto no lo he revelado nunca) puedo decir que la historia de Z, su vocación, está macerada en el poemario que escribí durante el año anterior a iniciar la novela: un poemario que narra las vicisitudes de una batalla a muerte entre un hombre y la Humanidad. (No te diré quién vence al final —risas—).

Teresa Dovalpage: ¡Bueno, pues ahora tengo que leer el poemario! Y no esperaré a encontrarlo en un avión, te lo prometo. Ahora, volviendo a los personajes, el Señor Schulz es quizá el único a quien se puede clasificar de “técnicamente” desequilibrado. Para quienes no hayan leído aún la novela, por favor dame una definición del término hipnopompo.

Alberto Trinidad: Creo que sólo el Señor Schulz podría darte esa definición (risas). Aunque supongo que cada uno, al leer el libro, debe crearse su propia definición de hipnopompo. La palabra la extraje de un libro sobre la meditación trascendental en el que se explica que, entre todos los estados alterados de conciencia, existe uno llamado hipnopómpico que define aquel estado intermedio entre la vigilia y el sueño donde suelen percibirse alucinaciones; esos momentos en los que no sabes muy bien si estás soñando y, de repente, generas imágenes oníricas. Utilicé el término para mi primera novela corta (aún inédita), y quise recuperarlo para El arquitecto de atmósferas. Un hipnopompo vendría a ser la condensación de ese estado en un objeto inasible, etéreo, cuántico. Aunque, ya te digo, supongo que el Señor Schulz te daría una respuesta diferente.

Teresa Dovalpage: Creo que será un poco difícil preguntarle, pero... lo intentaré. ¿Con qué escena de la novela te quedarías si tuvieras que escoger una sola? (por ejemplo, la que prefieres leer en las firmas de libros.) ¿Por qué?

Alberto Trinidad: Uff, vaya una pregunta más difícil. En las presentaciones de la novela, he leído la secuencia en la que Z, en su programa de radio, explica las razones que le conducen a llevar a cabo su terapia de deshumanización. No porque sea de la que más satisfecho me sienta, sino porque creo que es la que mejor puede poner en situación a una persona que todavía no haya leído el libro ni sepa de qué va.

A mí, particularmente, me gusta cómo está descrita la tormenta que coincide con el final de la primera parte de la novela. Cómo la tormenta pasa a convertirse, casi, en un personaje más de la trama, cómo intercede en la vida de los cuatro protagonistas y en el final de la terapia de Z.

Teresa Dovalpage: Buenísima esa escena. Y leer la descripción de la tormenta cuando estás en un avión a diez mil pies de altura tiene su aquél, de veras. Su sal y su mojito. Ahora háblame, por favor, de tu próximo proyecto... ¿Qué escribes? ¿Qué has terminado de escribir?

Alberto Trinidad: Ahora acabo de terminar de escribir mi quinta novela. Más que una novela es un laberinto, un cúmulo de muñecas rusas de tramas e identidades; un viaje sin camino de retorno hacia las regiones inhóspitas de los deseos humanos, de la experiencia y de la escritura. He acabado tan agotado al escribirla que no me planteo otro proyecto a corto plazo. Mi intención, ahora, es publicar mi tercera novela, la que sigue a El Arquitecto de Atmósferas, el año que viene; pero no sé si “estamos todos” preparados para que esa novela vea la luz... Si eso ocurre, debo sentirme realmente dispuesto a asumir lo que eso significa. Y ahora, como te digo, estoy absolutamente exhausto en todos los sentidos.

Teresa Dovalpage: ¡Pues claro que “estamos” preparados! A nadar se aprende nadando... tú sácala y verás qué bien la reciben. En las dos orillas, eh. Y hablando de esta orilla, ¿qué mensaje consideras puede llevar esta novela al público hispano de Estados Unidos?

Alberto Trinidad: El mensaje que puedo darles es exactamente el mismo que pudiera ofrecer a cualquier otro lector de cualquier parte del mundo. Mi escritura no entiende de diferencias entre etnias, culturas, zonas geográficas, etc. Cada individuo particular que lea esta novela la sentirá dependiendo de su fuero más interno, y allí no somos ni hispanos ni gringos ni caucásicos ni todas estas falacias que nos han vendido; ninguna de estas construcciones culturales tiene sentido en este libro. Z se encarga de destruirlas. Creo que uno de los mensajes de Z es que dejemos de ser (o al menos nos lo replanteemos siempre) lo que nos han impuesto que seamos: ya sea hispano, blanco, negro, mujer, hombre, heterosexual, etc. No hay nada, en última instancia, en esencia, que nos defina como estas cosas que acabo de nombrar.

Teresa Dovalpage: En eso que mencionas veo yo también su universalidad, que hace que disfruten la novela por igual una americana del Midwest y una cubanita de Centro Habana, que a primera vista tienen poco en común. Y para todos los interesados en leer tu obra, ¿dónde se puede adquirir en Estados Unidos o Canadá?

Alberto Trinidad: Se puede adquirir desde cualquier parte del mundo en ReadOnTime y en Amazon. Muchísimas gracias por la oportunidad que me has dado de poder dirigirme a los habitantes del otro lado del Océano.

Teresa Dovalpage: Gracias a ti, Alberto, por este arquitecto del que todos llevamos un pedacito adentro.