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Juan Cobos WilkinsLas palabras curan
Entrevista a Juan Cobos Wilkins

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Superando el debate clásico sobre lo posible y lo necesario, cada uno de los encuentros que he tenido con Cobos Wilkins ha sido fruto de una casualidad inesperada y extraordinaria. El azar... como indeterminación, tal vez como aleatoriedad althussiana, me ha dado la oportunidad de conocer a Juan, una persona muy humana, con la sencillez moral que da la madurez y con la incorregible juventud emocional que te regala cierta actitud ante la vida. Desde entonces su mensaje se muestra cada vez más claro en mi conciencia: las palabras curan, sanan, sobre todo si surgen de forma imprevista y te regalan una agradable sensación a incertidumbre.

Sirva de ejemplo para todo esto el primer encuentro con una de sus palabras. Entonces, un postadolescente que era yo, embriagado por la novela psicológica, me encontré con su autógrafo en la feria del libro de Huelva, sita en la plaza de las monjas. “Para Antonio, para que continúe su gusto por la literatura”, escribió. Su pluma extasiada de color me mostró su primera novela: El corazón de la tierra, una historia que se desarrollaba en un lugar que yo conocía: Minas de Riotinto. A partir de ese encuentro vinieron más coincidencias en la gran vía de la capital onubense. Tuve la suerte de tener con él algunas tardes de café y tertulia donde la literatura, en su docencia, brotaba ordenadamente. Su discurso trabajado y cargado de experiencia tenía la facultad de mostrar la realidad como un compuesto fragmentario que se podía hilvanar con destreza artística y con estilo literario. Como consecuencia de esas tardes, Juan me regaló un libro: Espejo de príncipes rebeldes, y en mi presencia hizo la siguiente dedicatoria: “Este en el que ya se refleja mi amistad es para Antonio Guerrero”, dibujó con varios lápices de colores.

A la sazón se desplazó a Madrid, donde aún vive. Poco después le perdí la pista. No obstante sus méritos no dejaron de aparecer en los medios para mi sorpresa. Su biografía así lo demuestra: Juan Cobos Wilkins estudió periodismo en Madrid donde llegó a codirigir el aula de poesía de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense; fue el creador de la Fundación Juan Ramón Jiménez y director de la Casa-Museo del poeta. También lo fue de la revista Con dados de niebla. Se inició en la crítica con publicaciones como El País y Babelia, entre otros. Ha escrito guiones para Cadena Ser y Radio Nacional de España, también para el programa El loco de la colina. Ha publicado, poesía, teatro y prosa. De su extensa obra poética hay que mencionar El jardín Mojado (Dendrónoma, Sevilla 1981), La imaginación pervertida (Icaria, Barcelona 1992), Biografía impura (Sevilla, Fundación José Manuel Lara, Vandalia de Poesía, 2009). De su prosa no se pueden olvidar Último tren a la luna (Huelva, Delegación Provincial de Cultura, Diputación Provincial; relato), El corazón de la tierra (Barcelona, Plaza & Janés, 2001; reeditada por Mondadori en 2002 y 2003; novela llevada al cine por el director Antonio Cuadri), Mientras tuvimos alas (Barcelona, Plaza & Janés, 2003), Siete parejas y un solitario (Madrid, Plaza & Janés, 2005; relatos), El mar invisible (Barcelona, Plaza & Janés, 2007) y, finalmente, La soledad del azar (Córdoba, Almuzara; 2011; relatos).

Esta actividad literaria tan prolífica esta refrendada por premios muy importantes como el del Instituto de Cinematografía y Artes Visuales (guión cinematográfico), el premio José María Morón 1980 (relato), el premio NH de Relatos, el galardón Jaime Gil de Biedma 1987, el premio El Público de novela por Mientras tuvimos alas (2004) y el Premio de la Crítica de Andalucía por Biografía impura (2009). También fue finalista al Premio de Novela Ciudad de Torrevieja 2007 por El mar invisible.

En la actualidad le ha sido otorgado el XVI Premio Internacional de Poesía Ciudad de Torrevieja 2011 por su poemario Para qué sirve la poesía. Y, por si fuera poco, por si todavía se puede añadir más a esta lista, cuenta con otro reconocimiento: ha sido finalista en el Premio de la Crítica por su libro La soledad del azar.

A.G. Al fin volvemos a encontrarnos... Digamos que ha sido la suerte, como devenir, quien ha vuelto a unirnos. De tu trayectoria hay innumerables acontecimientos que destacar. A mí me sorprende en exceso su versatilidad. Poder dominar todos los géneros no está al alcance de cualquiera. ¿A qué se debe esta destreza? ¿Hay una intencionalidad baconiana (experimental)? ¿Se trata de un proceso de maduración personal? O por el contrario ¿se dispusieron las circunstancias para que así fuera?

J.C.W. Lo que el escritor quiere contar a su vez desea ser contado, dicho, escrito, de una determinada forma, acertar en la elección es fundamental para el autor y su creación, solo así son uno, armónico. De ahí que intente dar el registro, el género, que cada historia, cada necesidad literaria, demanda. Aquello requiere, precisa, llegar desde la prosa; esto desea el poema...

A.G. El poeta sigue ahí —claramente— con su mirada, con sus emociones, con su deseo de emancipación. ¿Debo suponer que es tu base creativa, tu horizonte, tu sentido interrogativo de la existencia?

J.C.W. Mi lugar en el mundo es el del poeta.

A.G. Pero el paso de la poesía a la novela fue un momento importante en tu recorrido. Tanto que de ahí surgió El corazón de la tierra, un éxito de ventas llevado al cine y nominado en los Goya. Debo imaginar que tu implicación personal fue importante para su concepción. Como sabemos Riotinto, donde se desarrolla, es tu lugar de nacimiento. Haber sido descendiente de un cargo directivo de Riotinto Company Limited (en la dominación inglesa) y a la vez hijo de españoles, pudo disponerte en algún momento en una situación próxima al abismo (un no saber cuál era tu lugar —en un bando u otro). ¿Por qué no nos hablas de esta memoria histórica?

J.C.W. Cuando yo era niño, mi abuelo me contó aquella impresionante manifestación de mineros que un 4 de febrero de 1888 reunió en la Plaza de la Constitución de Riotinto, mi lugar de nacimiento, a unas diez mil personas. Liderados por el anarquista Maximiliano Tornet demandaban a la Riotinto Company Limited (las minas pertenecían a un poderosísimo consorcio británico) el fin de la calcinación del mineral al aire libre, un proceso de combustión letalmente contaminante, y unas más dignas condiciones de trabajo. La manifestación era pacífica. Pero fueron masacrados por soldados del Regimiento de Pavía. Nunca se supo el número de muertos. Me prometí que si un día era escritor, y deseaba serlo, escribiría esa historia que permanecía oculta, prohibida, silenciada. Así comenzó a latir mi primera novela, El corazón de la tierra.

A.G. Vayamos a otra novela: El mar invisible, otro éxito de ventas. El proceso de creación de esta obra causó un gran revuelo en la prisión onubense, porque fue allí donde te desplazaste para documentarte. De tu presencia entre las rejas, por este y otros motivos, terminó creándose un club de lectura y una biblioteca de presos. ¿Qué más nos contarías de estas experiencias?

J.C.W. En El mar invisible yo quería hablar del amor, de las soledades, de la libertad y, como en mi reciente libro Para qué la poesía, del poder sanador de la palabra. Y deseaba que todo eso estuviese en un punto sin retorno, en una encrucijada extrema de absoluto vértigo. Tal intensidad al límite me la proporcionaba la situación elegida: la madrugada en la que un reo condenado a garrote vil charla, en las que pueden ser sus últimas horas de vida, con otro preso de personalidad muy diferente. El primero es un asesino (o al menos ha sido condenado por unos atroces asesinatos), un tipo sin escrúpulos, brutal, chulo, ex boxeador..., el otro es un maestro de escuela encarcelado por homosexual y por su lucha en favor de las libertades sociales y la democracia. El encuentro en esas circunstancias es de alto voltaje. Trabajé en esa novela durante unos cuatro años. Cuando publiqué El corazón de la tierra, presos de la cárcel de Huelva me invitaron a dar una conferencia. Vinieron después otras visitas y charlas y encuentros y cartas... Y me hicieron el más conmovedor regalo que he tenido: crearon un club de lectura en la cárcel y le pusieron mi nombre. Eso me emociona y me alienta tanto... También por entonces se colocó una placa en la antigua prisión en la que se recordaba y rendía homenaje a los homosexuales allí encarcelados durante el franquismo. Y fue en esa prisión en donde comenzó su terrible rosario carcelario el poeta Miguel Hernández tras ser detenido intentando huir a Portugal, de forma extraordinaria me hicieron llegar su expediente carcelario que publiqué en Con Dados de Niebla, una revista de literatura que yo dirigía... Todos esas singulares piezas encajaron para situar El mar invisible.

A.G. En esta novela, como en la anterior, ha vuelto a darse la denuncia social en un marco histórico. Me gustaría preguntarte, en ambos casos, si las historias estuvieron antes del escenario o si fue justo al revés, es decir, si a raíz de documentarte surgieron las ideas de las novelas.

J.C.W. El corazón de la tierra y El mar invisible son obras muy dispares. Parten de orígenes diferentes, se desarrollan de forma distinta, y se dirigen a lugares de conciencia y emoción que, siendo universales, nacen de situaciones concretas, particulares, muy definidas. Me subleva la indefensión del ser humano bajo la fuerza bruta de la opresión, de la desigualdad, de la injusticia. La marginación a la que el poder somete, en lo público y en lo privado, a quienes no forman parte de su devoradora rueda dentada, a quienes no sirven a sus intereses, a quien se escapan de su control. Lo hacía una gran compañía explotadora en El corazón de la tierra y una dictadura en El mar invisible. Por desgracia, no es pretérito, es en muchos casos lacerante presente.

A.G. Más próximos a la actualidad, y lo digo por el siguiente libro —el último que he leído tuyo—, apareció el año pasado La soledad del azar con la editorial Almuzara. Como dije al principio ha sido otra casualidad que me ha conducido a ti, como tantas veces en Huelva. Qué mejor que sea el azar el tema de esta obra y qué mejor que sea esta la excusa perfecta para volver a encontrarnos. ¿No te parece? Con este libro has vuelto al libro de relatos que también habías cultivado. Son relatos enredados donde uno conduce a otro (“Haz/Envés”). El planteamiento es el siguiente: el azar interviene en la vida de los personajes desvelando su soledad (la inconfesable) y esta soledad, propiamente dicha, se retroalimenta a sí misma haciendo que sus víctimas la sigan como perversión. Son dos energías (energeias) que transforman la realidad en una atmósfera poética. Por qué no nos cuentas tus impresiones sobre el mismo.

J.C.W. La soledad del azar se divide en dos apartados, el primero se titula “Haz”  y el segundo “Envés”, y son, para las historias que cuentan, como la luz y la sombra, la cara visible y la oculta de la Luna. A su vez cada apartado contiene trece relatos y los títulos de los relatos de “Haz” encuentran su homónimo en “Envés”. Es un juego de seductores espejos enfrentados. Al inicio del libro los propios personajes indican la pauta adecuada de lectura. Un mecanismo de relojería con una bomba fabricada por el asombro. Los relatos han surgido de la cotidianidad, que es tan o más insondable que la chistera del prestidigitador. Pero a esa realidad tangible la miro con los ojos perplejos del niño, con su imaginación fabuladora. Y lo próximo queda transformado y trascendido. Fue, ya terminados algunos, cuando me percaté de que en todos estaban presentes azar y soledad. Y que interferían entre sí, interseccionaban, produciendo en su abrazo una mutación de la historia. Intriga. Magia. Metamorfosis. Es decir: un roce inquietante de lo misterioso con la realidad. La primera frase del libro, con la que comienza, es ésta: “En el plato de porcelana había un relámpago”.

A.G. No podemos acabar este encuentro fortuito sin detenernos en tu último premio: el XVI Premio Internacional de Poesía Ciudad de Torrevieja 2011. ¿Nos adelantarías algo del libro?

J.C.W. Para qué la poesía es mi último libro de poemas, acaba de ser publicado, en una cuidada y hermosa edición, por Plaza y Janés, que edita los ganadores del Premio Internacional de Torrevieja. Concebí Para qué la poesía desde el olvido, al contrario de lo habitual, la memoria. Y llegó con vehemencia, se impuso. Como un relámpago que, a la vez, ciega y alumbra. Es un libro muy especial para mí. Me importaba la pureza —una pureza misteriosa— al tratar el dolor, la confusión, el extrañamiento, la permanente interrogación en la que se convierte quien es abandonado por sus recuerdos. Trascendido este motivo generador, la escritura, el libro, se torna ya en símbolo de la incapacidad de comunicación del hombre actual con los otros, consigo y con el mundo. Y no sólo falta de comunicación sino, aún más trágicamente, de comunión con la vida. Espejo del hombre deshabitado, vaciado también su lenguaje. Para qué la poesía reivindica el gozo de nombrar de nuevo, porque nombrar es renacer, revivir con magia y reencantar el mundo. Y por eso Para qué la poesía declara su esperanza en la fértil metamorfosis de la palabra poética, la única que no se borra, que permanece, que sirve para curar, para sanar, para, en definitiva, vivir.

Precisamente “Vivir” se titula este poema del libro:

Vivir

Eso que les sucede a los demás, vivir.
La rama de mimosa amarilla con el abejaruco que antes fue un poeta y fue mi hijo.
Un minuto, un segundo, y ahora la eternidad.
Vivir,
eso invisible que les sucede a otros.

A.G. Como dices —y finalizando—, las palabras curan. Esa es la máxima que quiero guardar en mi memoria desde ahora. Además, es algo que se repite a lo largo de tu obra: la literatura cura, sana, salva. Es un bálsamo de fierabrás que como poción mágica puede restablecer todas las dolencias. Ya lo dijo don Quijote... en su momento. Pero yo creo que tú tienes mucho más que decir... ¿Verdad?

J.C.W. Escribir es una aventura formidable, sólo superada por el amor y la muerte. Creo en la palabra, en su poder para la metamorfosis. Hasta este momento de mi vida, y en él, lo siento así, lo afirmo. Y lo firmo en este libro. La poesía, la música..., el Arte es un bastión, una isla para el náufrago, un puente colgante en el vacío, mano en el hombro para la soledad. Emana y genera una inaprensible fuerza emocional, e igual que una Pietá nos sostiene.

A.G. Como a todo el mundo —y ahora sí acabamos— te pediré una definición de la expresión “La mirada zurda”.

J.C.W. En el país de los diestros, el zurdo está en la cárcel.