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“Indisciplinadas, todas”, de Valeria BadanoIndisciplinadas, todas, de Valeria Badano

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Este no es sólo un libro de cuentos, relatos y escrituras de género, según se verá. Se trata de un texto de ruptura que reafirma la palabra femenina, en este caso por lo demás acertada, mediante el recurso de invertir los relatos del cancionero popular (con un llamado implícito a la superación pues pocas faroleras tropiezan hoy y no muchas Catalinas quedan pasivamente sentadas bajo la sombra de un laurel) o el de introducir el mundo femenino para airear al masculino (o liberarse de él), todo a través de metáforas o alegorías de contracultura respecto de la paternalista también existente en los mitos clásicos o en los textos religiosos.

Con un trazo poético, firme y riguroso, Badano nos ofrece su propia voz dentro de una atmósfera entre nostálgica y abismada (“Bajo el puente de Avignon”), con un dejo de humor (“Arroz con leche”) e ironía (“Farolera tropezó”, “Mal de ojo”) o evocando una solidaria ternura (“La blanca paloma”). Asimismo, construye sus historias mediante metáforas de amorosa gracia (v. g. el loro que, al reafirmarse a sí mismo a cada rato con un rutinario saludo, repite mecánicamente la pulsión cotidiana de una mujer dominada por su amo —un marido sin pudor que la libera más tarde, paradójicamente, mediante el insulto, ya que es a través de su palabra impúdica que reproduce su desvergüenza, que la mujer se anima a asumir su plena identidad en “Un buen alumno”—, o las manitas de una desganada ciudadana costarricense en “Las manos de Tegucigalpa”). Ello, siempre al rescate de esas trabajadoras de la palabra y la libertad que la historia supo conseguir tras las huellas de sor Juana, la monja de Asbaje; Victoria Ocampo, Marguerite Duras, Juana de Ibarbourou, Marie Cardinale, Nadine Gordimer, Angélica Gorodischer, y tantas otras que nos incumben.

Lo que no debe de ignorar Valeria Badano es que “la mujer” designa un conjunto vacío que no existe, pues su esencia es singular y no integra, por ello, el paradigma masculino (“Cópulamor”): en tanto no-toda, comporta ya en sí misma una otredad que pone siempre bajo sospecha el discurso de la pretendida universalidad de toda época.

En este texto, el sentido del cancionero infantil popular legalizado durante décadas así como el catequismo y las ideas judeocristianas sobre Dios y el pecado original, sufren una franca ruptura mediante la actitud escritural de cuestionamiento (“Las desobediencias de Eva”), la cual le pertenece enteramente después de todo a la literatura, que, por esto mismo, construye puentes y abre pórticos, al no ser jamás réplica de nada. Los cuentos, relatos y escrituras (obra teatral La otra mujer, en la cual se desafía la clásica significación de los mitos griegos) de Valeria Badano apelan también a variados recursos estilísticos sin torcer el horizonte de la historia de mujeres, que ocupa en este libro un espacio privilegiado.

Los lectores van a gozar de todas estas indisciplinadas al tiempo que recordarán, en su primera parte, los relatos de aquel viejo cancionero infantil y la reescritura de los religiosos o de la clásica mitología, después, desde una posición subjetiva distinta: la de las mujeres —niñas, jóvenes o adultas—, es decir aquella posición que se fue logrando, en definitiva, con supino esfuerzo, silenciosas batallas, intenso dolor y cuidadosa dedicación en el tiempo de cada época. La palabra aquí no es la dada sino la que deconstruye la establecida nombrando, para volver al origen propio de la lengua. Por eso, este texto invita a abrir nuevos senderos y acaso a formularse las eternas preguntas acerca del rol social que nos toca desempeñar a las mujeres de este siglo para continuar honrando la existencia misma y a la naturaleza, tal cual parece interpelarnos la loca de “La última estación” cuando dice verdades, estación que no será póstuma a Dios gracias.