XX poetas ecuatorianos del siglo XXI • Selección: Fernando Itúrburu
(Riobamba, 1985)

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Es miembro fundador del Colectivo Artístico El Noctambulario; ha participado en la organización del Primer Encuentro Nacional de Poesía Sarandearte (2006); ha sido merecedor del Segundo Premio Provincial de Poesía (2004); Primer lugar en el Concurso Provincial de Cuento (2005); sus textos han sido leídos en diversos encuentros nacionales como el Encuentro Latinoamericano de Poesía Garganta Profunda (Quito, 2006). Ha publicado el libro Perinola (2007).

Velorio

Dispárame.
Ahuyenta las epidemias
que cubren cada milímetro de tu aire,
como lo haría la hiedra en un rayo.
Bórrame de tu pensamiento,
perdonándome a cada instante mis sudores
y aquellas palabras
que nunca pude zurcir.
Vuélveme incomprensible
para tus labios,
pesado en cada libra de sueños que te asalten,
que cada recuerdo mío
sea como un puñado de arena en los ojos,
o una cucharada de vidrios,
tú sabes,
ese tipo de cosas que duelen.

 

Algo acerca de sus chancletas

Yo en la orilla silbando,
             miro la estrella que humea entre mis dedos.
Vicente Huidobro

I

Hay un poco de ella en todos lados,
algo como un eco
que no desprende su silencio
del óxido de mi piel.
Y a ella
¿le quedará por lo menos
el sabor de mis derrotas?

 

II

Tejía entre sus manos
delfines que iban a navegar
en los charcos que la luna
descolgaba sobre su cama.
Eso hasta que llegué yo,
y juntos nos zambullimos
en los arrecifes de la piel.

 

III

Es tan difícil averiguar
el origen del sedimento
que inunda mis zapatos,
cuando amanecido
deambulo cayéndome
por las mejillas
de la ciudad.

 

IV

La dulce brizna de su ombligo
es el manicomio
donde se regocijan de las escamas
de mi lengua,
bálsamo horizontal
al que siempre llego impertinente
como un gato sobre las tejas.

 

V

El espejo
no siempre descubre
las cejas de mi nombre,
a veces me miente,
receloso de mis nudillos
que cuando me notan insatisfecho,
rabiosos lo revientan.

 

VI

La aurora acaricia
su desnudez
con el pentagrama de los jilgueros
mientras ella silenciosa abre los ojos,
y de a poco va bebiéndose
los hilos de luz
que tallaron las luciérnagas.

 

VI

Algo como una flor golpea la noche,
tumbando boca abajo a las estrellas
que se acoplan al diámetro
de mis goteras,
mastico mis uñas nervioso
al escuchar el crujir de las bisagras
cediéndole paso, al contorno de tu espectro.

 

VII

Hay fiesta debajo de tu falda,
mis dedos se bañan
en la humedad que destila tu flor,
cierras los ojos
como si quisieras desarmarme el mundo,
cuando desesperado no dudo
en arrancarte la piel.

 

VIII

He muerto en palacios
donde fantoches disfrazados de poetas
cacarean versos oxidados.
Pero también en las veredas
asediado por el ardor de los besos
que las filosas aberturas de sus labios
incrustaron en mi plumaje.

 

IX

La nostalgia desborda
las habitaciones de hotel,
donde dejamos olvidadas migajas de sudor.
Sólo un temblor moribundo se aferra a las sábanas
con las que cubrías tu espuma fatigada
después de moldear con gemidos
las barbas del amor.

 

X

La tinta está a punto de agotarse
y yo, ni siquiera
he logrado bosquejar
las entrepiernas de su nombre.
¿Qué puedo esperar
para el resto de la noche?