Letralia, Tierra de Letras
Año VIII • Nº 105
19 de enero de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Artículos y reportajes
Drama nacional de grande espectáculo
Dubraska González Gámez

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Desde piezas como Venezuela consolada, de Andrés Bello, escrita y estrenada en 1804 en el Teatro del Conde de Caracas (...), se afirman el desarrollo y cambio de diferentes formas teatrales, así como la aprehensión de una temática nacional".

El teatro venezolano en el siglo XIX presenta algunas particularidades, las cuales se expondrán a lo largo de estas reflexiones. Una de ellas, y la que considero la más importante, es el carácter edificante del teatro en esa época, porque participa en el proceso de construcción y consolidación de la sociedad republicana del siglo XIX. El teatro logra la validación de una ideología presente durante todo el siglo XIX. El arte, la dramaturgia y la escena venezolana no se mantuvieron al margen de los acontecimientos políticos, sociales y económicos sucedidos en el país.

Apoyando todo este proceso artístico e ideológico estaba la noción del teatro como un "servicio cívico". La instrucción y la diversión debían ser parte de la praxis teatral. Este servicio cívico permitió la creación o modelización de una sociedad, de un país que todavía se estaba buscando. Se creó un estrecho lazo entre el teatro y la sociedad. Se evidenció la función social del teatro, desde y para un público, con un contenido claro y preconcebido. Los dramaturgos mostraron a personajes en situaciones extremas, generaron conflictos y plantearon posibles soluciones, siempre en un marco social, histórico y político. Se trataba de concebir un teatro acorde con una sociedad recién implantada.

Los dramaturgos venezolanos del siglo XIX plantearon una asimilación progresiva del neoclasicismo, el romanticismo, el naturalismo, el realismo y también del melodrama, e incluyeron visiones modernas del drama histórico; de esta manera nacionalizaron las formas del teatro universal. Fue un período cargado de muchas expectativas teatrales, en el que Venezuela comenzó a abrirse, por el compromiso de sus dramaturgos, a la consolidación de la escena teatral. Hubo una voluntad de crear una dramaturgia nacional, a partir de referentes sociales, políticos y artísticos, como el período de la independencia, la construcción de una sociedad mestiza y el desarrollo de la escena teatral venezolana.

No sólo el drama como subgénero fue el discurso predominante, sino también la comedia, la tragedia (esta última ubicada antes de 1850), algunos monólogos, sainetes y juguetes cómicos, entre otros. Predominan los temas patrióticos y amorosos. Esto se relaciona con el período histórico al que pertenecen las piezas. Siempre se evidenció en el discurso teatral un espíritu nacional y patriótico, la búsqueda y exploración de un imaginario nacional.

Desde piezas como Venezuela consolada, de Andrés Bello, escrita y estrenada en 1804 en el Teatro del Conde de Caracas, hasta El tirano Aguirre, 1872, Drama nacional de grande espectáculo en tres actos1 de Adolfo Briceño Picón, se afirman el desarrollo y cambio de diferentes formas teatrales, así como la aprehensión de una temática nacional. Hay un movimiento desde temas históricos patriotas hasta temas de la vida cotidiana (a finales de siglo) en los que no importa tanto el héroe libertador, sino el político que está haciendo al país, así como la familia que participa en ese proceso creativo y transformador de la Patria. Proceso de gestación de una moral pública y privada a través del teatro nacional. Como lo expresa Azparren Giménez:

En todos, la idea rectora es la edificación social, a través de la defensa de un sentido de la nacionalidad, de la vida republicana o de los valores conservadores de la familia como ámbito privilegiado de realización individual y social. Esta idea fue plenamente compartida por la crítica, de manera que podemos considerar que el modelo se dio en plena correspondencia con las tendencias generales del pensamiento y de la acción social del país.2

Otro aspecto importante, para reflexionar sobre el teatro venezolano en el siglo XIX, es la presencia del romanticismo como discurso hegemónico a lo largo de todo el siglo. Ciertamente, como se apuntó antes, el neoclasicismo, el realismo y el naturalismo estuvieron presentes en esta dramaturgia, pero fue a través del romanticismo, incluyendo sus variantes en el melodrama y drama histórico, con el que se sentaron las bases para una dramaturgia nacional.

Gran parte de la producción teatral del siglo XIX corresponde a piezas románticas. José Rojas Uzcátegui3 plantea dos generaciones de románticos: la que va de 1832 a 1850 corresponde a la primera generación, y de 1851 a 1870, la segunda generación. Igualmente considera que entre 1871 y 1887 muchos dramaturgos fueron románticos y realistas casi al mismo tiempo, ya que las últimas piezas de estos autores corresponden más al realismo que al romanticismo, contribuyendo a este cambio el período guzmancista.

El romanticismo nace como movimiento cultural en Alemania a finales del siglo XVIII, como reacción intelectual a la racionalidad de la Ilustración. En el romanticismo, como lo apunta Colette Siwka,4 la vida se concibe como una epopeya, llena de sufrimiento poético y pasión desmesurada; se expresan grandes emociones y se considera a la intuición fuente de la verdad. El arte se convierte en la expresión misma de los sentimientos:

Búsqueda de las realidades nacionales, enfatizando el patriotismo, la exaltación del pueblo, de la libertad, la reconstrucción realista de la tradición histórica (...) no es un fin en sí mismo sino un instrumento al servicio de los grandes ideales independentistas, libertarios, nacionalistas y políticos (...) de la formación de los nuevos estados.5

Dentro del discurso romántico se inserta el melodrama, con el tema del amor generando el conflicto dramático, y presentando un tratamiento bastante esquemático de los sentimientos. Así mismo, el melodrama se incorpora al drama histórico como una manera de reinterpretar la historia, con lo que a su vez construye un sentimiento de país. Esta visión heroica del pasado con héroes románticos busca la conexión entre el ciudadano republicano y el héroe hacedor y defensor de la República y la libertad de su patria. Es así como en gran parte de las piezas de los dramaturgos venezolanos del siglo XIX se presenta un discurso cargado de pasiones desenfrenadas, expiación de culpas, luchas sobrehumanas, venganzas, finales trágicos, luchas mortales, amores desgraciados y exacerbación de todos los sentimientos.

En esta dramaturgia decimonónica aparece la primera pieza que comienza a consolidar la escritura dramática venezolana, Virginia, de Domingo Navas Spínola, tragedia en cinco actos, en verso, estrenada en 1824, la primera obra teatral editada en Venezuela. Este dramaturgo se desempeñó también como político, poeta, impresor y traductor. Luego de esta pieza aparece, en 1835, la primera comedia que se conserva escrita, La prometida, de José Antonio Maitín. Este dramaturgo, junto con Gerónimo Pompa (El libertino arrepentido, 1838) y Rafael Agostini (Cora, o los hijos del sol, 1844), conforman la primera generación de dramaturgos creadores de un discurso sólido y edificante.

Será Heraclio Martín de la Guardia quien vendrá a consolidar definitivamente la dramaturgia nacional, con su discurso patriótico y republicano. El 9 de abril de 1849 se estrena en el Teatro Principal de Caracas su obra Cosme II de Médicis, drama en cuatro actos en verso y prosa, uno de los más grandes éxitos de la escena teatral caraqueña de la época. Esta pieza, con la Compañía Dramática Caraqueña, se presentó en varias ciudades del interior del país. Heraclio Martín de la Guardia, poeta, periodista, político, diplomático y dramaturgo, es autor de una producción que cubre dos períodos, según Eugenio Méndez y Mendoza,6 uno romántico y otro posromántico o naturalista. Entre sus piezas románticas se encuentran Parisina (1858) y Güelfos y gibelinos (1859) y entre las realistas o naturalistas, Fabricar sobre arena (1873) y Luchas del progreso (1879).

Martín de la Guardia abordará en 1851 a la heroína neogranadina Policarpa Salavarrieta, en su pieza Policarpa Salavarrieta. Este personaje histórico ya había sido estrenado en Venezuela por Lisandro Ruedas el 19 de abril de 1850, en el Teatro de Valencia, con el nombre de La víctima de la libertad o Policarpa Salavarrieta, drama histórico y nacional en tres actos en verso y prosa. Fue la primera obra teatral venezolana estrenada y editada en el interior de la República.

El dramaturgo Eloi Escobar corresponde también a la generación de románticos de finales de la década de los cuarenta; su drama en cuatro actos y en verso Nicolás Rienzi (1862), viene a consolidar el drama histórico romántico en la segunda mitad del siglo XIX. Una pieza con un claro sentido libertario y crítico hacia el país.

A partir de esta época no sólo se montan en la escena nacional obras venezolanas, sino también piezas de Bretón de los Herreros, de Moratín y de otros románticos españoles, ayudando al desarrollo y fortalecimiento de la escena teatral venezolana. La Compañía Dramática de Caracas viene a ser la introductora del estilo de actuación romántica de la época, como lo apunta Rubén Monasterios.7

Es importante destacar el auge y desarrollo teatral nacido en la época del guzmancismo, entre los años 1863 y 1888, porque estos aportes sentaron las bases para la dramaturgia y la práctica teatral de principios del siglo XX. Muchos fueron los contribuciones de esta época al teatro venezolano, pues en ella resurgió la dramaturgia inserta en el acontecer nacional; se verificó la presencia de compañías extranjeras en las que se podía percibir lo que se estaba haciendo en Francia, España y otros países; se produjo también la creación y consolidación de organizaciones y compañías teatrales con un repertorio propio y moderno en donde abundaban y se formaban actores nacionales; y, finalmente, la mejora, modernización y creación de edificios teatrales; todos estos factores consolidaron y beneficiaron la producción dramática y la creación teatral de finales del siglo XIX.

En este período se evidencia la entrada de los dramaturgos venezolanos en el mundo del realismo-naturalismo (descubriendo al hombre común) que viene a suplantar al héroe romántico instaurado en la dramaturgia nacional desde la época independentista. Se descubre al hombre cotidiano y su conflicto privado. Las piezas expresan ciertos valores de progreso y modernidad, se exalta el valor de la familia con actitud moralizante. Es el caso de la pieza La honra de la mujer (1880), de Aníbal Dominici.

A pesar de esta apertura y posterior desarrollo del realismo y el naturalismo, el 30 de diciembre de 1872, se estrena en el Teatro de Mérida El tirano Aguirre, drama nacional de grande espectáculo en tres actos, del autor merideño Adolfo Briceño Picón, repetida luego el 6 de enero de 1873. Esta pieza "apegada a los moldes románticos, pero con un punto de vista moderno del conflicto, con claros indicios de un realismo crítico",8 intenta construir la imagen de un país, recién estrenado políticamente, y propone reforzar una identidad nacional un tanto resquebrajada por los altibajos políticos. Se expresan allí una serie de valores relacionados con el poder y la valorización y revisión del pasado.

A finales del siglo XIX los dramaturgos colocan en escena piezas muy diversas, y en todas ellas aparecen los conflictos de un nuevo venezolano que está en conexión con la política y la sociedad venezolana y no con el héroe independentista. Los ideales de libertad e igualdad se convierten entonces en ideales de progreso y modernidad. Autores costumbristas como Nicanor Bolet Peraza y su A falta de pan buenas son tortas (1873) y Vicente Fortoul con Veinte mil pesos por un abanico (1880), junto con Felipe Tejera y Eduardo Blanco, introducen una nueva visión del teatro venezolano en el período guzmancista, que continuará y se reforzará en los últimos años del siglo XIX.

Los países latinoamericanos del siglo XIX necesitaron crear imágenes nacionales, enraizando mitos del pasado para explicar que "la historia real sirve para discutir el presente; que gratifican al espectador con un mundo imaginario enraizado en sus valores, mitos y creencias".9 Hacer necesaria la historia pasada para poder discutir el presente, fomentando el patriotismo y el nacionalismo, fue una de las tareas más importantes del teatro venezolano en el siglo XIX. Se necesitaba reforzar un imaginario de libertad y fraternidad, de sacrificio por la patria, de comprender el valor del honor y el compromiso en la sociedad naciente. Era necesario instaurar símbolos, reinsertar creencias y valores que dieran la idea de una "unificación nacional", siendo ésta el pilar fundamental para reafirmar y terminar de instaurar la República.

El teatro construyó un universo ideológico con ciertos ideales predominantes durante todo el siglo, demostrando así la relación inmanente que existía en el siglo XIX venezolano entre el teatro y la sociedad. Connotaciones políticas, ideales de libertad, luchas de clases, idea de progreso, el sacrificio cristiano, revisión histórica y héroes independentistas; son algunos de los contenidos ideológicos presentes en la dramaturgia venezolana del siglo XIX.

  1. Adolfo Briceño Picón. El tirano Aguirre. En: Varios: Selección de teatro venezolano del siglo XIX. Caracas: Fundarte. Alcaldía de Caracas. Teatro Nacional de Repertorio de Venezuela. 1993. p. 251. Regresar.
  2. Leonardo Azparren Giménez. El teatro en Venezuela, ensayos históricos. Caracas: Alfadil. 1997. p. 102. Regresar.
  3. José de la Cruz Rojas Uzcátegui. Historia y crítica del teatro venezolano siglo XIX. Mérida: ULA. 1980. p. 29, 63, 93. Regresar.
  4. Colette Siwka. Historia, biografía y literatura. Venezuela siglo XIX. Caracas: Dirección de Cultura UCV. 1982. p. 15. Regresar.
  5. Ibid. p. 16. Regresar.
  6. Citado por: Leonardo Azparren Jiménez en El teatro en Venezuela, ensayos históricos. Caracas: Alfadil. 1997. p. 93. Regresar.
  7. Rubén Monasterios. Un enfoque crítico del teatro venezolano. Caracas: Monte Ávila Editores. Colección Estudios. 1990. p. 26. Regresar.
  8. Leonardo Azparren Giménez. El teatro en Venezuela, ensayos históricos. Caracas: Alfadil. 1997. p. 97. Regresar.
  9. Leonardo Azparren Giménez. Adolfo Briceño Picón: la historia, el patriotismo y el teatro histórico. Escritos, Nº 13. Caracas, Escuela de Artes, Universidad Central de Venezuela, 2001, p. 100.
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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 2 de febrero de 2004 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes