Nacido
en 1909 y fallecido en 1993 en San Sebastián de los Reyes —que, ubicada al
sur del estado Aragua, es una de las poblaciones más antiguas de Venezuela y
la primera en recibir la categoría de ciudad bajo la administración colonial—,
el poeta Miguel Ramón Utrera fue una de las voces más elevadas de la
literatura venezolana y combinó en su trabajo diario las artes del
periodismo, la docencia y la investigación histórica. En su obra se
encuentra un hálito nativista ancestral y las resonancias de la poesía
clásica española, con líneas maestras procedentes de su profundo
conocimiento del idioma, del que se confesaba "amante hasta el
tuétano".
En las crónicas de su fama siempre han descollado tres aristas: su
magnífica poesía —que ha llamado la atención de estudiosos de todo el
mundo—, su proverbial mal carácter —que los amigos emparentan con la dura
enfermedad que le tocó sufrir en sus últimos años— y el hecho de que, en
1982, rechazó el Premio Nacional de Literatura, cuyo jurado conformaban
Vicente Gerbasi y José Ramón Medina, entre otros, porque consideraba que
recibir un cheque como reconocimiento a su obra literaria era "una cosa
repugnantísima, me parece una cosa violenta y de mal modo".
En 1984, la escritora Beatriz Alicia García —entonces una niña
"joven y simpática", según sus propias palabras, de apenas 18
años— inició con el poeta una profunda amistad, basada en el amor que
compartían por las letras, y que se extendió hasta la muerte de Utrera,
condimentada por la correspondencia que se dedicaron todo ese tiempo.
Este libro es una recopilación de esas cartas del poeta a García, en las
que, advierte García en la presentación, "hubo siempre un afán
pedagógico en su relación para conmigo, en lo literario y lo vital".
Encerrado en su comarca aragüeña, de la que jamás se desprendió pese a
haber pertenecido en Caracas al grupo Viernes, en los años 30, Miguel Ramón
Utrera contesta las cartas de García con verdaderas clases magistrales de
literatura.
Además de las consabidas expresiones de cordialidad para con su amiga, el
lector hallará en este libro valoraciones de Utrera sobre la poesía
venezolana, latinoamericana y universal, notas de historia de la literatura,
indicaciones sobre el oficio literario y reflexiones del poeta sobre la
actualidad venezolana, además de recomendaciones expresas a García para el
desarrollo y proyección de su propia obra. La correspondencia se matiza, por
si todo lo anterior resultara poco, con una fina selección de textos del
autor aragüeño.
Cartas espirituales es el número 6 de la colección La Flor Ignorada,
del Fondo Editorial de la Secretaría Sectorial de Cultura del Estado Aragua
(teléfonos 58 243 3333934 / 54). La colección, creada por el escritor
Wilfredo Carrizales a finales de los años 90, debe su nombre, justamente, al
poema homónimo de Utrera, incluido en el libro Aquella aldea y del
cual reproducimos algunos versos:
Alguien va a penetrar ese misterio,
volviendo a desandar el tiempo mismo
tras el aroma claro
que ahora es otro tiempo fugitivo.
Y encontrará, como la imagen cierta,
una ignorada flor que duerme, casta
junto al cristal del río.