Letralia, Tierra de Letras
Año VIII • Nº 108
17 de mayo de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Letras
Una de locos
Cerinto de Coia

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Juan, mi amigo, ha enloquecido. Era hombre normal ingeniero en la Citröen.

De noche acudíamos al pub. Entre cuba libre y café irlandés se hablaba de política. Los domingos jugábamos al tute o íbamos al fútbol. A diario comprábamos la prensa, y a ambos nos gustaban las mujeres guapas transeúntes. Veíamos La Clave, el Un, Dos, Tres, y el Informe Semanal. Él prefería el yoga, yo el trote. Atentos a la vida cultural íbamos ya al cine club, ya a las sesiones de Amigos de la Ópera, ya a las conferencias. Él hizo un tiempo la meditación trascendental y yo me apunté en un orfeón.

Mi amigo había estado en la emigración del Desarrollo. Volvió con los ahorros y se casó con una chica de la sociedad. Tuvieron un Seat Mirafiori. Compraron acciones de la Bolsa y fueron de veraneo a la Laponia. Les gustó. Les llegó el divorcio, repartieron bienes y él conoció a una chica nueva londinense. Fueron a veranear a las Canarias.

Un día mi amigo enloqueció. Sin regatear se compró otro Mirafiori. Lo estafaron. En las barras americanas se hizo amigo de las chicas. Se le abrieron y una le lloró en el hombro. La regaló 200.000 pesetas. Ya en casa se negó a ver TV. Dio los libros al trapero y a un gitano la Hi-Fi. En la autopista pasó de los 200: lo multaron. Delante de un motel produjo abolladuras: lo multaron. Su madre quiso darle cocido los domingos y jamón y huevos las meriendas: la tiró por las escaleras. Salió desnudo a la terraza y vinieron los bomberos. No habló en comisaría, y al juez lo mandó a Filadelfia. Del juzgado lo enviaron a una clínica. Su director le ayudó a traer el dinero de Suiza. Salió para el manicomio sin un duro.

Lo atiborraron de pastillas y de litio. Se apuntó a la ergoterapia, la rama de cerámica. Con los dedos modeló en barro campesinos de la tierra. La mujer del ergoterapeuta quiso ayudarlo y lo sedujo. Mal casada, a él le contaba ella sus cuitas afectivas. Que reñía el matrimonio, y los hijos la aburrían. A un siquiatra silencioso le contaba él a la semana las vivencias. Temprano un día, entró en el bar. Era la pausa del café, y quiso alternar con la docencia. Lo miraron como a un loco y se apartaron.

Al fin salió curado y fue recuperándose. Ya trabaja, se ha comprado un Seat y se va a casar. Ya vuelve al pub.

Mi amigo es de nuevo hombre normal.


       

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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 24 de mayo de 2004 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes