El poeta y pensador Oscar
Portela se apresta al lanzar al mercado su próximo libro de poemas y a escribir un libro sobre el origen
del Estado tecnocrático moderno: a ello se refiere en esta entrevista que mantiene con la periodista
Mariela Mioni.
A pocos días de presentar en sociedad algunos poemas inéditos en Corrientes, el autor, poeta y pensador
correntino realizó un análisis de la crítica situación por la que atraviesan la Argentina y Corrientes.
Se refirió a los seis años de silencio intelectual y creativo en su propia tierra y la falta de
reconocimiento de sus propios comprovincianos.
Oscar Portela es un personaje profundamente influenciado por su entorno. Como todos los grandes poetas y
pensadores, el correntino no puede abstraerse de la realidad, y por ello mismo hace mas de seis años que en
Corrientes no se conocen sus nuevos trabajos, sus pensamientos.
Faltan muy pocos días para el lunes 29 de diciembre, fecha en que presentará oficialmente una velada de
lectura con poemas que ha escrito estos últimos años en forma silenciosa y que conforman toda una obra que
decidió llamar Claroscuros,
y de la cual ya se encuentran circulando en varios sitios literarios en Internet.
Este 2003 fue un año de parabienes para Portela, dado que parte de sus últimos trabajos fueron
seleccionados e incluidos en el Homenaje al Año Internacional de la Poesía que promueven y organizan la
Unesco y la revista literaria Palavreios
en todo el mundo.
El poeta correntino realizó un análisis de las circunstancias actuales que se viven en Corrientes y en
la Argentina, y cómo éstas afectan profundamente sobre su producción literaria.
—¿Por qué tantos años de silencio?
—En gran medida a causa de cuestiones fácticas, "el no poder moverme", el tener poco tiempo
para dedicarme a la obra, dada la situación política y social por la que atraviesa el país, un claro
síntoma del definitivo eclipse de una civilización —no de una cultura— que entra en su definitivo
ocaso. La decadencia que está sufriendo la Argentina es un síntoma de algo mucho más profundo, que está
ligado fundamentalmente a los cimientos de la civilización occidental, es decir griega: Occidente era para
los egipcios el lugar donde el sol se pone, y Oriente el lugar de la estrella donde la civilización
amanece. El concepto griego aristotélico de la racionalidad, que en la modernidad se convierte en el
"pienso, luego existo", es el punto axial en el cual lo que aristotélicamente llamamos hombre y
su adjetivo humanidad, ve como consecuencia la aparición del principio de lo que vamos a llamar
subjetividad, sujeto. En esta larga etapa que comienza antes de los griegos hay lo que se va a constituir,
luego de que todo sea remitido en las primitivas cosmogonías y cosmologías a lo uno, al uno es todo:
durante la primitiva cultura griega se transforma en un concepto de la naturaleza, physis,
que para la modernidad constituye un principio absolutamente distinto, fundamentalmente a partir de
Descartes. Antes de llegar a este punto, pasamos por la crisis de la cultura griega y su desaparición, con
lo cual las primitivas cosmogonías desaparecen y sus representaciones de las figuras de los dioses que
permite en el análisis que hace Ortega y Gasset del tema, la aparición de la filosofía como una búsqueda
de certidumbre, porque los griegos habían quedado sin terreno firme donde pisar. Es el principio de la
especulación filosófica, de la razón, desde Platón a Aristóteles. Es el momento en que el hombre ocupa
un lugar central dentro del cosmos, para dar paso luego a la teología católica construida por Santo Tomás
y basada en Aristóteles en el teocentrismo.
Los tiempos que se viven
—¿Qué nos dice de los tiempos que vivimos?
—Con la aparición de los tiempos modernos con Descartes, el hombre, que participa de la esencia de la
divinidad, se convierte en el sujeto y con ello la división de subjetividad y objetividad, que son cara y
contracara de una misma moneda. Racionalidad e irracionalismo, en los siglos XVIII y XIX que también son la
contracara de ese mismo concepto de la ratio,
lo que le va a permitir al hombre asumir el control absoluto de lo que llamamos real y que es solamente el
concepto heredado del principio de la modernidad, pero oculto en el pliegue griego de todo lo ente; y
fundamentalmente considerar la antigua physis
como objeto de cálculo, de organización social a través de la razón y de aumento teórico del poder del
sujeto sobre la naturaleza y sobre sí mismo (el panóptico estudiado por Foucault), todo lo que es
considerado como objeto de manipulación y de cálculo. El principio de nuestra posmodernidad anunciada en
el siglo XIX, trata sobre la muerte de Dios, que tiene un significado, según aclara perfectamente un
filósofo llamado Klowssky, que trae aparejado consigo la muerte también del hombre, porque es Dios el
garante de la identidad del sujeto: la desaparición de la monarquía que representaba a Dios entre los
hombres significa desde el punto de vista político el ingreso a los tiempos en los que hoy vivimos. Esto se
llama descentramiento del sujeto, aparición de la historia como historia planetaria, lo que actualmente
llamamos globalización, para simplificar un concepto que trae aparejado consigo un arduo trabajo de
deconstrucción político-filosófica.
—¿No dramatiza demasiado la actual situación de la polis?
—Mire, hace tiempo comenzamos a vivir el espejismo, la ilusión del ilimitado poder que ejerce el
sujeto sobre la naturaleza, concebida desde el punto de vista de la física moderna. La desintegración de
las ciencias en técnicas, métodos, concebir al hombre como una totalidad y concebir los síntomas sólo
como reflejos, como la totalidad, concebir los mismos síntomas de esta enfermedad sólo como coyunturas, es
no trabajar sobre las raíces que están profundamente ligadas al tema del origen de la orfandad en la que
vive el hombre actual".
Historia planetaria
—La constancia del necrosamiento v la destrucción de los tejidos sociales en la época en que vivimos
tiene entonces su origen en esa historia planetaria (globalización), que trae como consecuencia lo que los
filósofos llaman deriva o errancia metafísica, el hombre sin morada ni posada. El hombre a la intemperie:
esto es lo que se llama nihilismo, no lo destructor, sino lo obstructor que trae consigo el eclipse. Bajando
a la situación de los países del Tercer Mundo, hoy marginales, tenemos que tener en cuenta que la
implosión de esta historia planetaria trae consigo la explosión de los países centrales y que esto
arrastra consigo a todas o a todos, los países que dependen de la concentración de poder técnico que el
sistema económico, jurídico, político, internacional, impone a las culturas de los países del Apartheid,
de ahí que la Argentina viva hoy su mas profunda crisis histórica, el olvido de su pasado, la actitud de
un consumismo trivial, dado que no están dadas las condiciones, pues la banalización de toda actitud
ética, la eliminación de toda memoria histórica e del imaginario colectivo, y la falta de una dirigencia
política con un proyecto que pueda impulsar a un pueblo a un destino manifiesto, resulta absolutamente
letal. La falta de paradigmas trae como consecuencia inmediata, sobre todo en la juventud, no sólo la
desintegración de la familia anunciada en la década del '70 por Laíng y Cooper, sino además el
incremento de conductas autodestructivas y antisociales, en un esquema cultural en el que parecería que
retrocedemos milenios hacia una sociedad de castas, ya no de clases, que nos conduciría más tarde o más
temprano a un caos preinstitutional y a nuevas formas de guerra civil.
—¿Qué puede hacer el filosofar en medio del caos?
—La filosofía no puede profetizar escatológicamente la duración de estos tiempos, del eclipse, ni
tampoco puede aportar una nueva ética política, ni menos aun una praxis al estilo marciano, que permita
resultados en forma inmediata: lo que el hombre debe hacer en este principio de otro siglo es prepararse
para el advenimiento de una nueva experiencia de lo sagrado; tal como lo decía Martín Heidegger.
Disolución del pacto social
—¿Qué le parece si bajamos a nuestro medio?
—Bajando a nuestra provincia, con la larga experiencia que tengo en el ámbito de lo público —por no
decir de lo político— no estamos sólo viviendo un declive, o una caída vertical, sino una especie de
disolución de todo nuevo pacto social, que permita recuperar la herencia que hemos perdido y que día a
día estamos dilapidando. Significa que hemos abandonado absolutamente los roles del Estado, la falta de
imaginación privada y colectiva, tampoco permite planear concienzuda y críticamente un porvenir
esperanzador para nuestro pueblo, y esto resulta visible en todos los aspectos de la vida comunitaria, en la
prestación de los servicios, en la calidad de vida, en la desertificación de la vida cultural; por eso
creo que estas fiestas, estas navidades, no necesariamente para el creyente católico, sino para el
ciudadano de cualquier credo o inclusive para el agnóstico o el ateo, deben de constituir un instante de
recogimiento y reflexión ante lo que se aproxima.
Lo que se aproxima
—No es solamente el fin de los grandes relatos, como se anunció desde la Casa Blanca, sino la
posibilidad cierta ya de que el hombre carezca de las facultades que le permitan recuperar, en el
recogimiento, el advenimiento de esa nueva experiencia de lo sagrado, de un adviento que refunde la
relación del hombre con el hombre, con lo sagrado y con el cosmos. Yo continúo trabajando en silencio,
apartado, y hacer hoy esta convocatoria a un dialogo que tiene su base de sustentación en la gracia del
verbo que nos fue entregada, y que no le pertenece al hombre y que está representada en el arte y en la
poesía. Es el único camino de salvación, no del hombre sino de lo que los griegos llamaban la condición
de lo mortal, dado que la clasificación aristotélica del hombre como el animal racional, ha desaparecido
de la especulación filosófica, y preservar el lenguaje utilizando incluso, con sentido común, los medios
cibernéticos, puede constituir una salida a una nueva especie de diálogo de almas entre los hombres que
deben poder oír nuevamente unos de otros, para que lo historial, no la historia (el acontecimiento), pueda
volver a ser aún posible, de lo contrario la parálisis puede conducirnos nuevamente a las cavernas.
—Su último libro se titula
Claroscuro, ¿por qué?
—Pues porque vivimos en esta época de extremos contrastes y por primera vez —ante ello— voy a
incluir en un libro dos poemas de índole civil-política, en la terminología de Unamuno. Se trata de un
libro que circula desde hace tiempo por los portales más importantes de Internet y algunos de cuyos poemas
están publicados en antologías cibernéticas y otros en antologías salidas en España, y también en
Estados Unidos.