Canto a Chile
I
Quiero esculpirte un canto con la playa en la mano:
de Tácora a la Antártica derretida de sus hielos
con los párpados rotos de hilvanar tus paisajes
II
Un himno que desgarre el rumor de las olas
que llegan hasta la orilla con su orquesta telúrica
que mastica las piedras
III
Déjame aquí, en el cauce, debajo de tus ríos
derretir mi retina con la estrella del norte
que ilumina tus islas
IV
La Rosa de Vientos estiró sus agujas
más allá de tu rota geografía
de tu piso agrietado
V
Me estuvo dibujando tus barcos salitreros
se cansó de llenarme los bolsillos de puertos
de barcazas, de aves cansadas del invierno
VI
Escucharás ahora mi canto ensordecido
pesado de sollozos:
como una campana derretida
como una manzana ahuecada por dentro
como un espejo cóncavo sin sus puntos focales
VII
Estoy más triste que una orquesta de grillos
que un coral solitario en una isla inmensa
buscaré entonces el laberinto de los cauces pequeños
y en cada espiga suya dejaré mi recuerdo.
Macchupichu
I
A cada encuentro con tu rostro
con tu rostro gótico
como un escudo antiguo
como un guijarro roto
como canción de olas
soplando caracoles
II
Donde se incorpora el eco de tu canto
con un sonido ronco
de templo
de pirámide
de piedra envejecida por la ruta del viento
III
Donde los cuervos salvajes
dan nacimiento a la vendimia
donde todo parece musgoso y carcomido
como la brisa estival que arranca de tus sienes
IV
A cada encuentro
a cada encuentro con tu rostro vetusto
de piedras arqueológicas
me parece que el tiempo se ha detenido allí
a tu costado
para contemplar el perfil
de tus nubes mohosas.
Poema en re mayor
I
Estuve caminando debajo del océano
mi amada me acompaña vestida de amarillo
II
El mar nos ha embriagado de azul fosforescente
más allá de sus ríos de sus constelaciones
mi amada me acompaña vestida de amaranto
III
Cubierta sensiblemente por la alquimia marina
sus ojos derretidos ultrajando corales
contando caracoles con los senos etéreos
sonriéndole a las piedras musgosas de salitre
desligando sus manos de la flora telúrica
bebiendo la imagen de los peces pequeños
persiguiendo a los líquenes erizada de gritos
sirviéndole de auriga a caballos marinos
perdida en el laberinto de los caracoles
sentándose en las piedras carcomidas de embrujo
mirándome a los ojos con pestañas de espumas
naufragando su barco dentro de mi retina
inhumando cadáveres de algas arponadas
besándome con labios efímeros del sueño
despertando sonriente con el rugir marino
IV
Mi amada me acompaña vestida de amarillo