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Edición Nº 53 17 de agosto de 1998 |
(Nota del editor: este artículo fue publicado en el
periódico universitario La Cuestión, editado desde Venezuela por Eloy Cano Castro, en su número 71, del
18 de marzo de 1998).
"Escribir para el pueblo,
¡qué más quisiera yo!".
Antonio Machado.
Por definición él fue poeta de varias tendencias, complejo en su expresión y en los rumbos de su acierto lírico. Es poeta civil, político, intimista, de vanguardia, poeta universal, poeta americano, poeta de su tiempo, pero poeta también del pasado.
La mayor parte de su obra se detiene en el aspecto popular de su poesía, y algunos críticos, de manera despectiva, se refieren sólo al verso fácil, a la improvisación momentánea, como si escribir para el pueblo no fuera en realidad la más alta aspiración de un poeta, la máxima excelencia.
Andrés Eloy Blanco era un hombre de una amplia cultura literaria, filosófica, jurídica, política, científica y técnica; esta amplitud de conocimientos se aprecia en sus discursos y conferencias de la más variada temática. Es por encima y antes que todo, un poeta culto que lleva al pueblo, en la interpretación auténtica de los valores contenidos en su alma, las que son preocupaciones de su época. Sin embargo, su poesía es muy amplia en cuanto al contenido, es un escritor que pasa con singular maestría de lo histórico a lo amoroso, de lo íntimo a lo foráneo, de lo general a lo colectivo, de lo popular a lo culto, de lo universal a lo nacional.
Decir que Andrés Eloy es el poeta de Venezuela, como lo hace Miguel Otero Silva, es elevarlo a la más alta categoría que pueda alcanzar poeta alguno, "ninguno encarna, como lo hace a todo trance Andrés Eloy Blanco, el poeta de este pueblo y de esta tierra. El poeta cuyos versos repiten los venezolanos a media voz cuando amamos, cuando sufrimos o cuando compartimos", o como lo reseña Prieto Figueroa, "Su tarea de poeta del pueblo es la expresión de un proceso de decantación, de sublimación, que lo va acercando lentamente a la prístina fuente que mana confusa del alma popular".
El propio Andrés Eloy narra cómo llegó a convertirse en el poeta del pueblo de Venezuela. De cómo el dolor y la sangre le dieron el tono que buscaba, la esperada voz querida por él y que anuncia en la introducción de su poemario "Poda". Él nos cuenta: "Yo fui poeta de juegos florales y corría el tremendo riesgo de llegar a ser el más cortesano de los poetas o el más poeta de los cortesanos... para encontrarme conmigo mismo, para encontrar mi propio camino, el que yo no había olvidado porque no lo había perdido nunca... Yo soy, pues, y me enorgullezco de decirlo, un discípulo del pueblo... y que mucho después, cuando el pueblo mismo, el dolor de ese pueblo, la angustia de ese pueblo como el mejor de los maestros, hizo de mí, hasta como poeta, un hombre distinto del que yo era, y no me quejo".
Por encima de cuanto escribió resplandece el hombre, la calidad humana que hizo de Andrés Eloy Blanco el más claro testimonio de la consagración de una vida al servicio de la nación, o como diría Picón Salas: "Intérprete cabal del refrán, el mito y la tradición vernácula".