Especial: Gaza
Reflexiones sobre Gaza

Gaza: efectos de los bombardeos

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Hace sesenta años la humanidad presenció horrorizada el holocausto de los judíos europeos a manos de los nazis. El célebre Juicio de Núremberg que se hizo a los jefes alemanes por tales crímenes al finalizar la Segunda Guerra Mundial, quedaría como advertencia a todos los tiranos y sátrapas del mundo, y sus principios se convertirían en jurisprudencia del derecho internacional y en fundamento de la formación de la justicia penal internacional. La humanidad pensante concluyó desde entonces que ni los nazis alemanes ni ningún otro partido o gobierno del mundo pueden exterminar una raza, un partido o un pueblo por razones ideológicas o políticas. Tal actuación es considerada delito de lesa humanidad.

Lamentablemente la fuerza tiene el poder de destruir la bondad de los principios. Y no habían terminado los vencedores de esa guerra de enjuiciar a los jefes vencidos por sus crímenes de lesa humanidad cuando uno de los países vencedores, Estados Unidos, destruyó innecesariamente dos ciudades japonesas con sendas bombas atómicas. Después vendría la entrega del territorio de Israel al capitalismo judío por parte de Inglaterra y la posterior lucha de los árabes por desalojarlos de allí en sucesivas guerras que terminaron fortaleciendo, gracias al apoyo de USA, al Estado de Israel.

Si los árabes descienden de Ismael, hijo de Abraham igual que Isaac, del cual descienden los judíos, mal puede hablarse de derechos excluyentes de un pueblo respecto del otro. Por el origen histórico ambos tienen derecho a ocupar esa tierra que fue de sus ancestros bíblicos. Y los judíos tuvieron que escribir una página heroica en Egipto con Moisés y Aarón para retornar a ella. De modo que no nos digamos mentiras. Si bien hay que condenar a Israel por el ataque desproporcionado a Gaza no se puede soslayar el permanente ataque de las guerrillas fundamentalistas árabes al territorio judío ni la consigna de sacarlos de allí y arrojarlos al mar.

La situación es bien compleja y no da para posiciones románticas. El Islam le ha declarado la guerra a la cultura occidental —la llamada causa palestina es un medio o pretexto— y el capitalismo de occidente ha convertido a Israel en una punta de lanza en contra del mundo árabe para arrebatarle el petróleo. Es posible que el futuro del mundo dependa del desenlace de esta confrontación. Que el Armagedón de que habla la Biblia y que predice Nostradamus sea la guerra entre estos dos mundos diferentes pero iguales de ricos, prepotentes, dogmáticos y excluyentes.

Toca a los pueblos del mundo evitar esa guerra suicida pero no apoyando a unos en contra de los otros sino combatiéndolos a ambos. Censurando la invasión de Israel a Gaza pero censurando también los misiles de Hamás y las penas de muerte que los fanáticos musulmanes decretan en contra de los escritores de occidente, lo mismo que los terrorismos de Al Qaeda y del Pentágono. En síntesis, construyendo un nuevo orden mundial en el que el petróleo árabe y el dinero de Wall Street no sea de unos cuantos petroleros árabes o de unos cuantos financistas judíos, sino que esté al servicio de todos los pueblos del mundo. Es la única manera de evitar que ambos —iguales de fanáticos, de terroristas y de capitalistas usureros— se conviertan en sepultureros de la humanidad.

Montería, enero de 2009.

 

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