Poemas
María Luisa Trigos S. Gilbert
Ángeles de profesión
Hoy la muchedumbre angelical
tuvo una reunión en la tierra,
del cielo bajaron todas las estrellas y
bañaron al océano de risas y tristezas.
Vino el ángel pintor con el arco iris,
trazando líneas cuadras y esféricas,
pícaramente moviendo sus alas
a lo fortuito de la naturaleza.
Vinó el ángel poeta y se trajo la luna
para conquistar al sol entre la fresca
lluvia, entre la verde pasión, simbolizando
lo que pudo ser, una unión puramente constelada.
Después se escuchó una trompeta
y una tronante voz dijo que la fiesta terminó.
Ya era hora de oración sin retardo o perdición,
todos en armonía recibiendo la comunión.
El poder de mis manos
El poder de mis manos es tremendo;
ellas se mueven para donde yo quiero.
Si el poder está en mis manos,
¿qué poder tiene mi mente
para escribir y decir lo que quiero?
Si cuando mis manos trabajan,
ella está en posición de descanso.
El arte que mis manos poseen,
no sé si es el triunfo de ellas o
el de mi mente, pero de cualquier
forma no se trata de obediencia
sino de crear lo que se dibuja
en la mente para que mis ojos
vean aun más claramente.
Los movimientos de mis manos
no siempre los atribuyo a mi mente.
En momentos son caprichos
sin fronteras ni dolientes.
Como un cuerpo sin alma,
así bailan mis manos
con el ritmo frío y caliente.
La pobreza es locura
La pobreza es locura
para los ricos,
pero para los pobres
esa es la subsistencia
de cada día como penitentes
en la lucha sin refrigerio
ni descanso, con los ríos
de sudores salpicando
los cuerpos que caen
como saltos angelicales
en las fronteras de
las tierras absolutas
de los muy privilegiados.
Vivir para morir
Porque nacemos, morimos
y vivimos entretenidos
con lo que muere
len-ta-men-te.
Un poco y otro poquito...
La piel se agrieta,
la vista se nubla,
el cabello se blanquea,
el corazón se entorpece,
el cerebro se confunde
y así pasan los días.
Morimos porque nacemos
y vivimos amando
lo que un día nos deja.
Cazando ideas
Hoy amanecí cazando ideas,
escribiendo en negro
con el fondo blanco y blando
como el mes de enero.
En la nieve entierro
dedos sangrientos,
ecos amarillentos,
allí soy yo la que hielo
escarchas azules,
brisas rosadas...
Veo mi corazón clavado
derritiéndose en el suelo
como mantequilla en el fuego.
Todo lo que es mío dejo,
imprimiendo las huellas y
las lágrimas de una niña
que se niega a crecer
en la brutalidad del día.
Así amanecí hoy...
llena de sentimientos
viejos y nuevos.
Esto es un rompe-cabezas
disparejo, minado de espejos.
Ya en casa desde mi venta veo
a un sol que se niega a nacer
como a vivir se niega el penitente.