La noche del hastío
Aldo Novelli
En la tasca
Sentado a esta mesa
bebiendo un vino que no saboreo
charlando con alguien al que no oigo
y según dicen es un poeta del norte,
ella a dos mesas de distancia
habla y ríe sin pudor
goza plenamente de esos momentos
en que las miradas la rodean,
ella que no sabe dónde estalla la soledad
o cuántas ausencias me trago en este vaso de vino,
ella
que no sabe de la angustia de los ojos
cuando su cuerpo se torna borroso.
Conveníamos
Mientras fumábamos el resto
del goce de los cuerpos
la otra noche decíamos:
que cuando el día se inunda de sombras,
la luna se quita su máscara de luna
y se disfraza de nuestros monstruos más conocidos
desquiciando los sueños de los injustos,
conveníamos también que esto sucede
los viernes de brujas y duendes
o cualquier otro día de la semana
por la noche,
aproximadamente entre la una y las tres de la madrugada,
justo cuando la calle allá afuera
y nosotros aquí, en esta pieza de hotel
ya no somos tan convenientes.
Círculos, rayas y óvalos
Paso las noches esperándola
dibujo círculos deformes en la mesa,
rayas desparejas,
óvalos como pétalos
de una rosa cibernética,
hasta que se consume la tinta del deseo
cuando las rayas se amontonan en el aire
y los pétalos comienzan a girar
tomo una decisión heroica:
voy a dormirme en los laureles.
Voces
Si el caos es parte inevitable de este mundo desquiciado
tan sólo un orden mágico, me devuelve a la zona reconocida
donde innumerables voces nos aturden
desde brumosas cavernas,
de ese maremágnum de sonidos
logro discernir dos o tres que duelen más cerca,
así reconozco con relativa precisión
el grito impredecible de mi hijo,
de esta mujer callada junto a mí
algún susurro esporádico,
y la voz entrecortada de un amigo
flotando en el vacío.