Noticias en.red.ando en tres idiomas. La revista electrónica que dirige Luis Ángel Fernández Hermana celebra su tercer aniversario en inglés, catalán y castellano. El Parlamento Europeo y los derechos de autor. Europa se prepara para defender la propiedad intelectual en Internet. Pablito viene naciendo. El regreso de Pablo Milanés tuvo en México un agradecido escenario. Su más reciente disco, Vengo naciendo, incluye el tema de una telenovela. Mil artistas en Arco. La 18ª edición de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo Arco produjo buenos índices de venta en sus primeros días. Muere el poeta Juvencio Valle. Amigo personal de Pablo Neruda y también uno de los grandes poetas chilenos, el 13 de febrero murió Juvencio Valle.
Literatura en Internet El Vengador A Go-Go. Una revista fresca que se apoya en un diseño ajeno a toda regla, nacida de un grupo de estudiantes universitarios argentinos.
Que nadie llegue a tiempo,
y que nadie pregunte
por qué la noche cayó
sobre Iván de esta manera.
Que nadie sea como yo en este sueño,
porque un cielo negro gira en mi cabeza
y canta nautamente como Ulises.
Hoy que tengo miedo de decir
lo que el poema dice desfachatadamente.
Hoy que no quiero
publicar ni siquiera mi sombra
(para ver al que se roba
el hilo de la costura del alma).
Porque la luna está
sufriendo en los aleros,
y el sueño
padece en las palabras,
cuando el Plagiador
finge y
simula,
Alí el de la baba,
laureado remotamente espagnolo
cerca, sigiloso,
maldito, sutil,
mientras la noche cae
de lluvia en lluvia,
como luces de bengalas
y-el-ojo-de-la-vela-vela-
el-viento-
del-nao-do-remotamente-
acompañado-remo-con-la-muerte,
porque el otro,
quizás tú mismo que lees,
como si fuera
cierto aquél copiador,
aquél
que finge y que sueña,
pero que sólo espía syringamente
lo que en el suelo escribo.
Sólo espías
lo que en el remo sueño,
para luego, de capitán en capitán,
como un servus,
o como una Loca, tú,
hacer de las palabras trampas,
hacer de la muerte hilo,
y de lo abyecto esa pose de Aeda
en donde plagia
el pergamino mío,
porque estoy a punto de matar,
más oscuro que el "asesino" tuyo,
más oscuro que Dios
en las sombras de lo remoto
apolillado en los folios de tu Whitman
(donde tu queja vulgar a mi poema),
esquivas la queja de tu envidia,
en los papyros del Dios enamorado,
narcómano,
fugaz,
a los oídos míos.
He allí los rapsodas
de los largos magazines,
distantes, vestidos de homo,
aunque espantosos, pintando uñas,
haciendo rizos
oliendo perfumes,
buscando fetos in filo suo,
Dyonisio pendet,
a la vara,
clavando los fetos por el culo
como las muñecas de Dios
(¡Oh, Lesbia, no me codicies!)
porque las olas del delirio me arrastran
y las sombras de las sombras en lo remoto
do el mar te bate contra tu propio
tocador de criminal
gime la noche como Eco en los espejos.
***
Escupe, tú, ahora, con tu fístula rota
de papyrus y de caña,
escupe tú ahora, saliva, contra Dios
y bebe tu ceniza
porque el nao del aspa-astilla,
el nao del alba a la gaviota, el ala,
te arrojan contra las astas
de los hombres
y las ratas.
La noche te queda inmensa y
Lorca te queda más inmenso todavía,
como quien desconoce la muerte,
porque en el crepúsculo del dios,
las novias del puerto,
avevo una vez,
un enclenque como tú, llenito,
en los espejos del amante,
do cantas
escorbutamente
al ala derecha de los Girondinos
como si hubieras
besado a las sirenas por el sueño.
Pero todo es falso,
nada es cierto en la provincia del que finge,
con su manita dorada
de poeta
(que-anda-la-luz)
que plagian los kotex manchados
como si hubieran visto
el esplendor en los ocasos.
A los lejos,
como si Ulises me hubiera iluminado,
espío el ojo que me espía
y escribo a mitad de la astilla
"Los plagiarios"
que no te mereces, porque
los escribas creen que somos lo mismo,
porque sudo debajo de la luna
esta sangre de plata de hilo,
do la vena mía del alma,
do el navío de Dios golpea y da
contra la costra del alma.
La muerte, que sabe del ritmo del viento,
en donde se oye el "Claro de las lunas"
y la sonata sin par de los acordes,
recuerda que soy yo,
como si estuviera loco,
y no tú,
hijo de Olivio,
quien poetamente
escupe
contra los copleros del nao.
Es la rabia delicada,
como cálaos ciegos,
(¡Oh, Baudelaire canta contra la furia del Albatros!)
do fluyen las flautas de las flores
y de olas mágicas y
de las rosas de Dios que giran en las fiebres,
el escorbuto blanco,
contra el ojotuerto del que espía
en la inmensidad de los delirios
negros.
Desgarro, entonces, tierno la sombra
y doy con mi lira, Delirante,
y con mi falo de orquídea doy,
más delirante aun,
¡oh, sangre!,
con mi bicho de rosas golpeo contra la astilla,
contra el clavo golpeo,
contra el alfiler,
¡Oh, Cristo!,
contra esta espina de la luz
do la sangre sema
en la mirada paranoica del Testigo.
¿Qué podrías decir, entonces,
a mitad de la asamblea de los muertos?
¿Qué podrías decir tú como un
Marat cualquiera
a mitad de los cuchillos?
Porque yo odo tus pasos detrás de las ratas
que sueñan en el viento la tormenta tuya,
y sé que oyen en mí
el hedor de Dios
que los cautiva.
Oyen este remo de aguas de tu plagio,
oyen este Domingo de Ramos,
do Manuel plagiara
Las mariposas de alambre
que te obsequio
desde el odio
como si buscaras en mí
el rapsoda de la ciudad que has ocultado
anda-luzmente oscuro
y cretinamente bueno
en lo que le falta a tus sueños.
Como si buscara, entonces, casi alados
sobre el Dios que escupes
lo que has perdido en la carne
y en las siluetas de los taxis.
Dios me besa hoy insólitamente en las palabras
con su propia carne viva me besa,
y a las tres de la mañana
me anuncia,
como un letrero enorme de octubre,
los pasos sigilosos
de aquél que rema a mi lado
el odio de Dios,
la náusea de Dios,
y el horror con que escribo
estos "Plagiarios" del cuerpo.
***
He aquí que me escondieron
y me petrificaron
en la bodega del barco,
para que nadie mirara mi voz de sirena,
ni oyera nadie mi voz de ángel fañoso
que sueña entre las piernas
aquella hoz mohosa de la siega,
aquella guardaña de sangre
que las muchachas descalzas,
frenéticas de luna,
(codiciadoras del Aleph del sexo)
en el tocador de la Muñeca de la muerte
buscaran las mariposas del tiempo deshecho
y del tiempo recobrado.
Este es abril que parece octubre,
y este es el octubre que vuelve
para parecer abriles.
Este es el acto de escupir contra ti,
porque te equivocas al decir,
celestinamente:
"que nos encantaría pasar una noche con Lorca".
Esto este es el abril de los octubres que pasan
(el viejo odio de Unamuno contra Darío y
la vieja actitud de la muerte),
los mismos textos diferentes,
amanecidos de bruma,
apolillados de bruma,
hechos rosas,
retintos de agua
que van a la guerra étnica,
como tú,
falsacirce,
porque no entendiste,
(¿cómo podías entender, tú?),
la Ciudad de la Muerte.
Si turista, tú, ajeno,
no entediste tu alma
cómo presumías, entonces, hablar de todas las almas
en la ciudad del amor.
Todo fue la confusión, el caos, la maldad
cuando los coperos
te brindaron la soledad de los nichos.
Te ofrecieron también la ciudad
de los grandes taxis de Dios,
que los poetastros robaron
gonorreamente
de El miedo del Pantócrata
como monjas.
El hurto fue fácil
en las ambulancias de Dios
donde los vates,
de las manos doradas
y en el pico una flor,
se masturban
delante de los santos magazines
(delante del Pantócrata del nicho)
que no llegó a Madrid,
ni Andaluz, las cuatro son
veinticinco y el pegao,
porque quisiste ahogar
a Filí-Melé
en los casilleros de tu olvido.
¡Oh, que inmensa es la patria
cuando se desgarra en los poetas!
***
Y la noche quiso ser gris,
como un disparo en la boca de la vida,
en la soledad de las rosas,
como mariposas que desgarran la lengua
y se borró la historia real
(la historia del traidor y del héroe)
que no quisiste escribir
amatoriamente.
La noche quiso ser gris,
porque una cosa es lo abyecto
del alma de "Dios",
y otra cosa lo yerto de la luz
en las cosas de enero,
porque el Dandy, ciego, tanteando,
en el "trucco" del Delirante,
tardío y remoto,
no se parece al placer
de las muñecas ninfómanas.
¡Oh, el Infractor de los "comics"!
¡Oh, el Escribidor de la apariencia y del teatro!
Quisiste, tú, escribir sobre lo abyecto del alma
pero la ciudad de Venecia se llenó de Polvo
y telarañas y alacranes
en la misma podredumbre de la lengua.
Era el polvo,
los ascensores, era la muerte,
contra esa luz de los pinos,
en los sauces y en las sombras de las sombras,
en lo remoto
como si fueran lo mismo del ser
reflejándose en el agua astillada,
mariposamente,
reflejándose contra el cielo roto,
como si fuéramos los mismos.
Los buitres, andariegos, locuaces
y el Cálao solitario
no vuelan juntos bajo el mismo cielo,
porque la belleza de uno se parece
a la ceniza del Hades
y la belleza del otro,
lánguida,
oscurecida en el sida,
se parece a la belleza del Limbo.
Te hago un favor con el Narciso que te mira,
mientras remas náufrago en el corazón de "Dios"
con la imagen del otro-Ego-meus
y contemplas en tu mano
el rubí del rey burgués que finge
eclipsado de lunas y eclipsado
en los cisnes de vidrios azules,
amarillos y verdes,
do-contemplas-los-culos-de-los-niños-rotos
en las lámparas de tus lágrimas locas
mientras sueñas climateamente
para huir de los bosques encendidos.
***
¡Oh, mar, bate!
¡Oh, navío, ruge contra los vientos viejos
de las velas viejas desgarradas,
deshechas, rotas,
donde la luna fofa, anémica
y tísica se sumerge
para que la ciudad del sueño brote
de orquídeas y pompones y esmeraldas
contra la otra ciudad de las escorias
y de los taxis plagiados
ivanamente por los versos.
Era necesario que la noche cayera sobre ti
como un signo añejo, maldito,
niuyorkinamente falso.
Era necesario que la noche
se hiciera denario y se llenara
de Latonas, de Dianas, de Minervas,
cuando amontonabas los poetas como ratas
en las latas de embutidos,
y para que no se oyera en ti
tu corazón de telarañas,
para que no hediera en ti
el eclipse del corazón rasgado,
ni vieran tampoco el Aposento Alto de
tu falsa fístula de Cristo.
¡Qué caramente vendías la amistad!
Qué horrible, para ti,
fue vivir debajo
del-paraguas-semen-de-tu-padre
donde llueve.
¡Qué terrible, él,
abriéndote las puertas,
los retretes oliviamente,
las revistas, los amigos,
mientras, tú,
¡oh, seudoLorca!,
equidistante,
como el rapsoda del San Juan de la Maguana,
como el nihilista de la kodak,
cretinas los días de fiesta,
y trutruas al limo blanco,
y escribes, caribeñamente "alalimón",
y falas, y rebuznas,
que se rompió la fuente,
en el corazón
del cielo
contra los lirios haraposos de la dicha.
Hoy no debes tocar los grilletes de Dios
que te contagian,
porque la pluvia cae anémica de la lluvia
sobre el puente húmedo,
como las sombras del sueño
contra el sueño de las sombras,
do tú,
metamorfosismente
(ahora yo por tu plagio),
el mismo,
de pie,
con la voz de las sirenas roncas,
canto fañoso, fofo,
en el corazón de Dios
(la legión que soy contra las sombras,
el ego que soy contra los nadie,
el abismo de Ulises contra los dioses)
paso, e ivano
ligeramente otro,
extravagantemente solo,
a ver si Penélope faxea
cartas de amor,
y postales de odio...
No sé si
soy el otro que a mi lado
clonamente mete su pan
en la Santa Cena de mi olvido.
No sé si soy el Ego del otro mismo ajeno
que irremediablemente, cretino,
publica lo que escribo como suyo,
para que tú,
¡Oh, seudoLorca!,
augurio mío, a pesar tuyo,
canalla meus,
manyes de mi mano el maná del gesto oscuro,
siniestro, incandescente,
que te sostiene en tu desierto
de ser "famoso"
debajo del semen del sueño de tu padre.
***
(O quizás, tú, Calicles,
ingratus, tú,
en los anfiteatros vacíos
donde cubículamente
sueñas a Nietzsche, o a César Augusto,
mientras te empolvas jorobadito, flaquito,
niuyorkinamente te motas,
en los baños públicos
en las discotecas de vidrio,
donde disfrazado de poeta-novia
portas el refajo
sabiendo, como dices,
que es mejor
cometer la injusticia que sufrirla.)
O tú,
Judío Errante de los Broadway sombríos,
afónico casi,
en las gradas de los juegos de fútbol,
gritas hebreamente el nombre del Mesías,
y protestas contra Dios dyonisiacamente,
mientras inventas poemas "filosóficos",
como si Martín Adán,
Pessoa e Ivanóskar,
¿recuerdas?
no hubiéran escalado ya el sueño
de Macchu Picchu,
la escalera de Jacob,
y los escalones del ser contra tu ángel.
No pronuncies, deuteronómicamente, entonces,
¡oh, acróbata de la nada!,
las palabras doradas
y en el pico la Flor, porque
el ser que te aplasta contra los versos,
la espina dorsal de la rosa blanca que se te clava
falamente
(tecatamente)
en la rosa negra de la vena
contra ese Dios azul
de los espejos,
que mejor que tú,
casi sombra,
portará conmigo tu ataúd,
una noche de abril inmensa,
interminable,
do la lluvia de octubre,
jorobada,
anuncie los judíos errantes de tu exilio.
***
Era mejor morirse en las auroras vacías, y
no haber venido
de testigo
a comer mi propia carne,
con los propios prójimos
que escriben
palimpsestamente
con las manos falsas,
cuando Dios se pierde en las ambulancias de Iván,
o cuando Dios plagiado,
oscuro, criminal,
me haya empujado y extraviado
accidentalmente,
en los plagios de los "amigos míos",
del coro meus,
¡oh, Grecia!
o en los puertos, o en los teatros,
o en las paradas grises,
como un taxista azul
que espera al pasajero blanco
en el tiempo gris-oscuro de la noche.
Este es el sonido de mi voz y no basta.
Esta es la guerra de Dios
contra mí mismo
y no me colma
en el color semejante del cielo.
Este es el sonido de la vida
como el color extraño de la muerte.
¿A dónde, entonces, te escondiste, DesAmado?
¡Oh, Santa Teresa! ¡Oh, San Juan!
¿Qué larga noche del ataúd oscuro
casi golpeando dráculamente
contra el nao?
Que raro marino, todavía,
sudando sangre, esperma,
ardiendo de luna,
afiebrado contra el gallo,
afiebrado-contralto,
afiebradas corcheas y
calurosos gemidos redondos de la muerte
en clave de fa
do el disparo es bello
en las lágrimas fortuitas de Ivano
(o el gemido siniestro de Navioskar,
en clave de sol,
las lágrimas de Dios amontonadas,
aborbotones).
¡Ah, que nadie venga, entonces,
que nadie diga,
que nadie hurte, ni sepa,
ni eructe, ni mee,
el horizonte mío,
el sentido de la muerte mea
que mis poemas exhiben,
sin el adjetivo criminal.
Porque no he de ser eternamente este Iván ocultado
en donde me despojas emmanuelmente
(moralmente me despojas,
alexismente do,
teamente roto,
josémente mea,
paranoico roto,
Iván meus
camisa de fuerza del poema,
loco y pazzo,
esquizo, atado,
a la soga del poema,
la paloma del poema,
al mar del poema,
al odio del poema,
al grito del poema,
el alaluz,
el alamar,
el alamuerte,
el-ala-lá,
el alanoche,
el aladía,
rancampán, rancampán, rancampán
la espalda de Deus,
el alalá de la muerte,
las-sombras-de-la-sombra,
en los documentos falsos de la fama.
No he de ser jeroglíficamente
este Iván
que vende pintas de sangre,
en los hospitales de Brooklyn,
para poder comprar las ediciones de Borges,
las ediciones más oscuras y
más remotas de Kafka
en la librería oscura del Kastillo.
Estoy cansado de lidiar
con los secretarios de la muerte.
Estoy hastiado de lidiar
con los burócratas
de la belleza que escupo
rimbaudmente,
porque ésta es la historia,
y no hay otra,
infame de tu fama,
que dice lo que todo el mundo sabe
niuyorkinamente
de la POESÍA
y nadie quiere decirlo ivanamente
en las palabras chuecas, y
en las cloacas de los versos
nadie habla.
Esta es la historia fatal de lo real que no se escribe,
como el sueño donde mientes,
delante de los testigos
de la Tercera Dimensión
y delante de nosotros,
porque estamos,
como tú,
¡oh, Héctor!,
poblados de traiciones.
Pero está también la noche de Dios,
girando en las espinas rotas,
o en las rosas de los paredones agrietados
donde giran las estrellas de luz
a la velocidad de la muerte...
Tu voz está delante ti y delante de mí
como un choque inevitable,
como un delito eterno de la cita,
como una muerte
que el coro canta,
más oculto, más remoto,
delirante,
huyendo como Iván
del palimpsesto tuyo, y huyendo todavía
de las amantes remotas,
inéditas, pálidas de luz,
de lluvia,
delamor,
delosodios,
delasaguas,
delosbesos,
delamar,
como un disparo sobre tu frente.
Es el sonido de las alas del Asesino meus
apocalípticamente caído en los cálaos
que acuden
lapidariamente
Ícaro
a sembrar los sonidos grises
de la rueca donde se teje tu horca,
oh, amigo mío.
Son los oráculos que chirrian por el cielo,
son los labios que
cantan, los que maldicen,
los que poeman,
unos contra otros,
para evitar las espinas del placer,
el fuego de la carne,
que Dios quiebra, y rosa, y sema,
los labios telarañas
del Aeda
que sangran de Dios toda la patria,
que sangran de Dios todo el poeta,
en los acechos, en los atrechos,
do se quiebra las venas al espejo:
alamuerte,
alaluz,
alamar, alalá.