El
autor
Federico Gamboa nació en la ciudad de México el 22 de diciembre de 1864. En
1880 se traslada con su padre a Nueva York, donde vivió unos meses. El contacto
con la realidad norteamericana dejaría huellas en el futuro escritor. En Nueva
York se convierte en un defensor patriótico de México. En breve regresa a su
país y matricula la carrera de Derecho, la que no llega a terminar. La muerte
temprana de su padre agrava su situación económica: debió abandonar los
estudios de Jurisprudencia y se dedicó al periodismo. En 1888 se inició su
carrera diplomática. Representó a México en Guatemala, Argentina, España, y
en los Países Bajos. Llegó a ejercer el puesto de secretario de Relaciones
Exteriores durante el gobierno de Victoriano Huerta. De 1902 a 1905 ejerció el
puesto de primer secretario de la Embajada de México en Washington. Al triunfo
de la revolución carrancista fue desterrado. A su regreso del exilio, se
desvinculó totalmente de la actividad política. Muere en la ciudad de México
el 15 de agosto de 1939.
La producción literaria de Federico Gamboa incluye los títulos Del
Natural; a ésta le seguirían Suprema ley, Metamorfosis, Santa,
Apariencias, Reconquista, La llaga, y un libro de memorias: Impresiones y
recuerdos. La crítica coincide en que su obra más imperecedera lo ha sido Santa,
la novela que nos ocupa.
Argumento de la obra
La novela cuenta la historia de Santa, personaje nacido en un impreciso
pueblecito de campo. Es la única hija de una familia de campesinos pobres que
también tiene otros dos hijos varones. La novela tiene la intención de ser un bildungsroman.
El padre ya ha fallecido para el tiempo en que la novela se desarrolla. Santa es
una jovencita de una gran belleza física aunque de menos belleza espiritual. El
contexto rural en que su niñez y adolescencia se desarrollan hace que el mundo
de este personaje se impregne de toda la magia y soledad del campo mexicano. El
autor describe la naturaleza circundante a través de monólogos que pone en
boca —o en mente— del personaje protagónico.
Santa está fascinada por la belleza, por la quietud natural del Pedreguero,
una zona de piedras lavadas junto a un río no lejos de la casa materna. Acude
allí para sentirse a solas y disfrutar del lugar. El Pedreguero no es un sitio
traído a la narración como mero adorno ambiental: es allí donde Santa pierde
la virginidad, a manos de un sargento de la policía municipal, de quien Santa
llega a enamorarse perdidamente. A pesar de haberle prometido éste que se
casaría con ella, o precisamente por ello, el sargento ultraja a Santa y la
abandona. Santa queda embarazada de este primer contacto sexual con el militar,
secreto que la muchacha guardaría celosamente. Un día, mientras sacaba agua
del pozo con su madre, Santa aborta allí mismo. La descripción minuciosa del
aborto nos produce a los lectores una fuerte sacudida: la sangre sobre el área
del pozo, Santa revolcándose en ella, la perplejidad y el horror reflejados en
el rostro de la madre al ver lo que le ha ocurrido a su hija, la vergüenza que
se apodera de la familia...
El honor de la familia ha quedado en ruinas: Santa es repudiada hasta por sus
familiares más cercanos, por lo que debe abandonar el hogar materno. Su única
esperanza es un burdel en la capital del que le hablara una señora que casi por
accidente había conocido. Sin pensarlo dos veces, Santa se instala de
prostituta en el burdel capitalino, oficio que pasa a desempeñar de inmediato y
hasta con cierta eficiencia. El haber sido agraciada con una gran belleza
física la convierte en la prostituta más codiciada por los varones que allí
frecuentan. Su belleza sería siempre un factor decisivo en los momentos en que
su destino cambia de rumbos.
El burdel emplea también a un improvisado pianista, Hipólito, ciego, de
aspecto grotesco y alma algo depravada. Santa ve en Hipólito a una especie de
padre o confidente, y éste se convierte en su consejero y guardián. Pero
Hipólito se enamora de la muchacha a pesar del rechazo de ésta. Entre los
visitantes del prostíbulo se encuentra un torero español, el Jarameño, quien
también se enamora de Santa. Entre las mujeres del burdel se encuentra la
Gaditana, mujer de inclinaciones sáficas, quien también se enamora de Santa.
Hipólito se encarga de explicarle a Santa el tipo de amor que la Gaditana
siente por ella. Los celos por Santa crean una rivalidad entre los dos
personajes masculinos. Un imprevisto incidente precipita la separación de Santa
del burdel: justo en la cúspide de la fama que como prostituta ya había
ganado, unos gendarmes del gobierno separan a Santa del burdel al comprobar que
la tarjeta de salud de la hermosa mujer no estaba al día.
El Jarameño, tras firmar varios documentos haciéndose responsable de Santa,
la saca del hospital. Santa también decide irse a vivir con el Jarameño por la
fascinación que produce en ella la violencia del carácter del torero. La
pareja se traslada a otra casa, la Gran Casa de Huéspedes Española, o La
Guipuzcoana, residencia habitada en su mayoría por españoles emigrados y
administrada por doña Nicasia. Un nuevo nudo de personajes con escaso
desarrollo psicológico inunda de repente el texto novelesco: Ripoll, el Sordo,
Gallegos, don Práxedes... En esta casa de huéspedes tiene lugar un incidente
con cierto peso narrativo pero que es tratado por Gamboa a la ligera: Santa
decide engañar al Jarameño con Ripoll y aquél los descubre. Santa parecía
estar muy enamorada del Jarameño cuando decide, por arte de magia, engañarlo
con un personaje que además se resistía a acometer el acto. El engaño no pudo
haber sido menos convincente e ingenuo para el lector. El Jarameño intenta
asesinar a Santa con una navaja pero finalmente le perdona la vida. Santa
regresa al burdel de donde había venido sin que el haber estado tan cerca de la
muerte le traiga mucha preocupación.
El final de la obra se precipita a partir del regreso de Santa al burdel
original. Un señorito (Rubio) saca a Santa por segunda vez del prostíbulo. La
fama de Santa en su oficio ha ido decayendo desde la muerte de su madre hacia el
final de la primera parte de la novela. Santa se entrega a la bebida y no tarda
en caer enferma. Una operación se hace inevitable. Rubio abandona a Santa,
quien regresa por segunda vez al prostíbulo de Elvira.
Hipólito termina haciéndose cargo de Santa. El ciego la viola. Antes de
morir, Santa pide que la entierren junto a su madre en el Pedreguero. Este es, grosso
modo, el argumento de esta gigantesca novela.
Análisis
Federico Gamboa empieza a escribir Santa en 1898, pero la obra no se
publicaría hasta 1903. La forma en que la narración se desarrolla, el uso casi
perfecto del español, los accidentes formales y el manejo del diálogo son
recursos de los que el autor se sirve de una manera sencillamente magistral.
La novela comienza in media res, cuando Santa se dirige en un coche de
alquiler, tirado por caballos, hacia el burdel de la capital mexicana.
Capítulos más tarde, el autor nos brindará el pasado de este personaje a
través de numerosos flashbacks. El tiempo narrativo es excepcionalmente
manipulado por el autor, brindándonos las escenas del pasado como si ocurrieran
en el presente. De ahí que la progresión argumental del texto se desarrolle
tanto en el pasado como en el presente. La obra tiene dos partes: la primera es
muy superior a la segunda, por adolecer ésta de una caracterización profunda
de los personajes fundamentales. La obra es excesivamente larga.
Gamboa, Santa y el naturalismo hispanoamericano
La crítica no termina en ponerse de acuerdo sobre si Santa de
Federico Gamboa es una novela naturalista o una novela realista. En su libro La
novela realista mexicana, Joaquina Navarro la aborda desde ambas
perspectivas con bastante impunidad. El hecho de que el autor se pronunciara en
cierta ocasión como un narrador independiente, sin puntos en común ni con Zola
ni con el naturalismo, tal vez haya influido en esa caracterización dual.
Sospecho, sin embargo, que la crudeza del testimonio en Santa y otras
novelas de Gamboa ha sido la razón por la que muchos críticos piensan,
equivocadamente, que estamos frente a una novela realista, cuando en efecto, es
precisamente por ello que no lo es. No debemos olvidar que la temática basada
en figuras marginales, de crueldad o de vicios impublicables es una
predilección típica de los autores naturalistas. Recordemos El matadero
de Echevarría con su temática violenta y ensangrentada. O la Therese Raquin
de Zola, con su asesinato pasional. El tema de la prostituta les pertenece a los
naturalistas casi como un copyright. El sentimentalismo galopante en
Gamboa es un asomo de la agenda social del novelista, quien combate con este
recurso la corrupción de la sociedad mexicana decimonónica.
La identificación que de su persona hace el autor con Santa, con su
tragedia, es uno de los defectos mayores que he encontrado en esta novela. Santa
actúa como una prostituta que parece autocondenarse a cada momento. Actúa así
por orden del escritor, pero su caracterización psicológica no se corresponde
con la de la prostituta común. La condena que de ella hace el autor es incluso
superior a la de la familia del personaje. Dicho de otro modo, Gamboa no le
permite a Santa ser una verdadera prostituta, ni actuar como tal.
Rasgos naturalistas
Los rasgos naturalistas de esta novela son muchos y muy marcados. Es evidente
que el autor no pudo escapar a sus circunstancias estéticas. Detengámonos en
algunos:
El inquipid: El inquipid en Santa es un elemento de pura
extracción naturalista: la novela comienza in media res, con una gran
naturalidad. La obra comienza con un diálogo:
—Aquí es —dijo el cochero deteniendo de golpe a los caballos, que
sacudieron la cabeza hostigados por lo brusco del movimiento (Santa, 15).
La teatralidad discursiva: Si alguna novela acusa los síntomas de una
marcada teatralidad discursiva, esa novela es Santa. Gamboa llega a
enumerar los elementos presentes en determinadas escenas narrativas como si
fueran los de una escena teatral. Los ejemplos de la realidad enumerada, dada
entre comas, de los elementos del ambiente o setting, son múltiples
dentro del texto (Santa, 45).
Presencia del bot: Varios elementos tienen función de bot en la
novela, pero hay uno que es el mayor o mejor definido de todos: el Jarameño es
sin lugar a dudas la circunstancia exterior que irrumpe en la narración con
mayor impacto, provocando con su mera presencia nuevos y diversos derroteros en
el argumento novelesco, derroteros que justifican la participación argumental
de muchos otros personajes secundarios. Son estos personajes los que producen
nuevos nudos de conflictos en el argumento, provocando de este modo que la obra
se extienda demasiado.
Exitus: La novela termina con el ciego Hipólito rezando frente al
sepulcro de Santa. El autor concluye aquí la narración, dejando a este
personaje abandonado, solo, mientras reza en el cementerio sobre la tumba de
Santa, pero sin hacernos saber qué será de él, qué pasará a continuación
con su vida. Es un final abierto, naturalista por excelencia.
Conclusiones
Santa es una obra lograda a pesar de las muchas impertinencias y
majaderías que Gamboa pudo haber evitado. Prueba de ello es la gran popularidad
de la que gozó tanto en su tiempo como en la actualidad. Después de Doña
Bárbara de Rómulo Gallegos, me atrevo a decir que esta novela tiene que
estar entre las cinco novelas más leídas en Hispanoamérica en los dos
últimos siglos.
Obras consultadas
Gamboa, Federico. Santa. Grijalbo. México, 1979.
Navarro, Joaquina. La novela realista mexicana. Editorial no
mencionada. México, 1955.
San José G., Felipe. La literatura mexicana. Panorama. México,
1985.